Ser ciudadano significaba en aquella época “sentirse componente de un grupo y estar defendido frente a los abusos de la nobleza”, ha puntualizado Llorens, pero “era tremendamente difícil”, ya que para ello, el aspirante debía gozar “del informe favorable de los vecinos, casarse con una barcelonesa si era posible, además de tener una casa y una trayectoria impoluta, libre de pleitos”.