LA FAMILIA ALCALÁ GALIANO Y ALBARES.
... Y sigue escribiendo Antonio
Pasado algún tiempo en Aranjuez, nos trasladamos por pocos días a Madrid con la corte, y con la misma pasamos en breve al Real Sitio de San Ildefonso, donde estaban los reyes todos los veranos. Seguía yo en tanto gozando de cierta celebridad. El bailío don Antonio Valdés, ministro de Marina, de quien, como oficial de la Armada, dependía mi padre, un día le manifestó deseos de conocer a un chiquillo de cuya viveza y saber tanto se hablaba. Me llevó mi padre a presencia de este personaje, que, siendo orgulloso, seco y hasta desabrido, y habiendo declarado deseos de conocerme sólo por movimiento de curiosidad pronto olvidado, me recibió con entono y distraído, no más que como debía mirar a un juguete, quien tenía puesta la atención en muy superiores cuidados. Fue cosa de risa cómo se ofendió mi vanidad pueril de tal recibimiento. Sabedor de ello el ministro Gardoqui, no muy afecto a su colega, se divertía en hablarme de este asunto, y aún me hacía que remedase al bailío en su postura, ademanes y palabras, al tiempo de recibirme, cosa que ejecutaba yo con gusto, acompañando mi remedo con necios vituperios al ministro de Marina, no sin risa de los que presenciaban tal escena, y para divertirse me azuzaban. Cuento estas anecdotillas por lo que hubieron de influir en formar mi carácter.
... Y sigue escribiendo Antonio
Pasado algún tiempo en Aranjuez, nos trasladamos por pocos días a Madrid con la corte, y con la misma pasamos en breve al Real Sitio de San Ildefonso, donde estaban los reyes todos los veranos. Seguía yo en tanto gozando de cierta celebridad. El bailío don Antonio Valdés, ministro de Marina, de quien, como oficial de la Armada, dependía mi padre, un día le manifestó deseos de conocer a un chiquillo de cuya viveza y saber tanto se hablaba. Me llevó mi padre a presencia de este personaje, que, siendo orgulloso, seco y hasta desabrido, y habiendo declarado deseos de conocerme sólo por movimiento de curiosidad pronto olvidado, me recibió con entono y distraído, no más que como debía mirar a un juguete, quien tenía puesta la atención en muy superiores cuidados. Fue cosa de risa cómo se ofendió mi vanidad pueril de tal recibimiento. Sabedor de ello el ministro Gardoqui, no muy afecto a su colega, se divertía en hablarme de este asunto, y aún me hacía que remedase al bailío en su postura, ademanes y palabras, al tiempo de recibirme, cosa que ejecutaba yo con gusto, acompañando mi remedo con necios vituperios al ministro de Marina, no sin risa de los que presenciaban tal escena, y para divertirse me azuzaban. Cuento estas anecdotillas por lo que hubieron de influir en formar mi carácter.