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ALGAR DE MESA

CUMPLIR AÑOS

Cumplir años es facil: no hay más que dejar correr la vida. O no perder la costumbre de vivir, como decía González-Ruano. Quizá para bien envejecer la mejor fórmula sea el "laissez faire, laissez passer" del liberalismo, dejad hacer, dejad pasar, acomodarse al curso de las cosas, no tratar de cambiar lo que no se puede mejorar, aunque sería un despropósito, ya en la ancianía, despreciar las ayudas de la Medicina. Sabemos que los cumpleaños no son lo mismo en las primeras etapas de la vida que en las últimas. En aquéllas son motivo de fiesta; en éstas, de reflexión de remenbranza.

Volvemos la vista atrás para revivir lo que recordamos para volver a vivir las situaciones que hemos disfrutado o sufrido. Y, si todavía tenemos tiempo, para rectificar. Porque vivir es pensar, como dijo Cicerón, sobre todo en las edades en que el tiempo apremmia. La vida, aunque sea larga, siempre nos parecerá corta en el último tramo. Lo podemos leer en el Libro de Job: la vida del hombre sobre la tierra es como una sombra. Una sombra fugaz que pasa y no deja huella, quizá añadan los descreidos.

Luchamos para que así no sea: para dejar alguna estela, algún vestigio, una descendencia que nos recuerde, conscientes de que la verdadera muerte es la del olvido. Pero luego vemos que aunque nuestro nombre quede inscrito en mármoles o en bronces, y no digamos en libros, tarde o temprano pasará, caerá en el olvido, no quedará más referencia de nosotros que lo grabado o impreso sin que, dentro de pocos años, se nos recuerde con afecto personal, y ni siquiera con desafecto u odio, que también es una manera de recordar. Seremos un nombre sin nada detrás. Un anciano no siempre ha de ser el Rey Lear de Shakespeare, aunque la vejez sea pródiga en ingratitudes y soledades.

Ahora los ancianos gozamos de la atención social. Pero no ha de ser solamente el bienestar nuestro objetivo si se entiende como tal el no hacer nada, el sentarse al sol o ante la televisión para dejar pasar los días. Hemos de mostrarnos activos, tener ilusiones, sentir curiosidad por nuestro entorno, tratar de adaptarnos a la vida de hoy, tan distinta a la de nuestro ayer. No vivir volvados en la evocación y la añoranza. Sólo así podemos, si la salud nos acompaña, alcanzar una ancianidad digna. Aunque llegar a la cumbre de los muchos años no esté al alcance de todos. Mientras tanto, en el camino, intentemos, con mayor o menor esfuerzo, cumplir los años con decoro.
(Nueva Alcarria. La Brujala. Luis Monje Ciruelo. pág. 26 Pueblo a Pueblo)