Los templarios en Guadalajara
La única referencia documental fidedigna que conocemos es una bula del papa Alejandro III, de 1170, en donde habla de la existencia de diversos conventos castellanos del Temple, entre los cuales figura Torija en Guadalajara. Diversas tradiciones orales, recogidas por Antonio Herrera Casado, hablan de la presencia templaria en la misma ciudad de Guadalajara (donde luego se alzaría el monasterio franciscano); en el santuario de Nuestra Señora de la Hoz en el río Gallo, cerca de Molina de Aragón; en la ermita de Santa Ana de Albares, en el Hundido de Armallones de Ocentejo; en la iglesia de Nuestra Señora de la Zarza de Peñalver; en la ermita de Cubillas de Albalate de Zurita, y en las ermitas de Bustares, Santa Columba/Coloma de Albendiego y de Santo Alto Rey. A ellas hay que añadir Campisábalos según Rafael Alarcón.
La única referencia documental fidedigna que conocemos es una bula del papa Alejandro III, de 1170, en donde habla de la existencia de diversos conventos castellanos del Temple, entre los cuales figura Torija en Guadalajara. Diversas tradiciones orales, recogidas por Antonio Herrera Casado, hablan de la presencia templaria en la misma ciudad de Guadalajara (donde luego se alzaría el monasterio franciscano); en el santuario de Nuestra Señora de la Hoz en el río Gallo, cerca de Molina de Aragón; en la ermita de Santa Ana de Albares, en el Hundido de Armallones de Ocentejo; en la iglesia de Nuestra Señora de la Zarza de Peñalver; en la ermita de Cubillas de Albalate de Zurita, y en las ermitas de Bustares, Santa Columba/Coloma de Albendiego y de Santo Alto Rey. A ellas hay que añadir Campisábalos según Rafael Alarcón.