A principios del siglo XVI, algunas señoras de
Guadalajara adquirieron diversas
casas humildes, próximas a
San Miguel, con la intención de retirarse a ellas para vivir religiosamente. Las casas fueron ocupadas por cuatro damas de Guadalajara, uniéndose a ellas posteriormente otras mujeres briocenses. Vivían según las reglas de San Jerónimo y Sta. Paula, con tanta austeridad y recogimiento, que fueron muchos los que contribuyeron para construirles una gran
iglesia y un
monasterio casi señorial.