Situación:
Checa, allá por los cursos altos del río Cabrillas, es un pueblo espectáculo, un pueblo para exposición. Pocos pueblos podrían competir en bellezas naturales con Checa. Lo tiene todo.
El aspecto del campo por el Bajo Señorío a partir de Terzaga va cambiando paulatinamente. Las sabinas de la ladera van dejando paso a los pinos y aparece el boj. Se ve que entramos en la sierra. Chequilla, y sus soberbios farallones de roca oscura se tercian luego a mano derecha en el camino; poco después, Checa. La ermita de la Soledad, el estupendo cuartel de la Guardia Civil y la carretera de Orea junto al Cabrillas, nos ponen al pie de la calle Baja del Río, la calle por la que subimos hasta el corazón del pueblo.
A la Plaza Mayor, ahora plaza de Lorenzo Arrazola, se llega tras cruzar un estrecho túnel que coincide con los bajos del ayuntamiento; uno de los dos edificios emblemáticos de la plaza de Checa; el otro sería el de los López Pelegrín que forma ángulo con éste.
En la plaza hay rumor de agua de manera constante; la producen los chorros de la fuente que cuelgan sobre el piloncillo y la caída del arroyo Gil de Torres que se estira pueblo abajo, canalizado y dejándose atravesar de un barrio a otro, de la calle hasta las viviendas de los vecinos, por sucesivos puentecillos de piedra situados a lo largo del pueblo.
La Plaza está llena de coches apareados por todas sus caras. Un grupo de jóvenes hablan y ríen a carcajadas en mitad. Bajo el balcón corrido del ayuntamiento hay una placa de mármol blanco en la que se puede leer: «En esta casa nació en 1795 el Excmo. Sr. D. Lorenzo Arrazola, distinguido jurisconsulto y hombre de Estado, a quien los checanos en prueba de cariño le dedican este recuerdo».
Las casas blancas de cal que distinguen las calles de Checa, cambian de aspecto en la de las Terreras; pues a mano izquierda, según se baja con dirección al barranco, son cuevas, cocheras, bodegas, abiertas en el propio paredón de piedra rojiza que dan carácter a estos rincones espectaculares, y que ocupan, partiendo del cerro, toda la cara oeste del pueblo, en donde han aprovechado para recortar un original parquecillo, más natural que ningún otro, con pequeño jardín y bancos para sentarse, donde sentir en pleno verano la delicia de una tarde checana. Al lado, asomándose al murallón de roca y a la revuelta vegetación del barranco, los muros traseros de la iglesia parroquial, esbelta, de torre cuadrada, y un bello pórtico al que se accede por multitud de escaleras y reja de buena forja; pues ya en Checa, se comienzan a ver las artísticas rejerías y los balcones de hierro trabajado que adornan a tantos pueblos y villas del Bajo Señorío, y por extensión a no pocos de los pueblos cercanos de la vecina Teruel, Tomo buena nota de la limpieza y el orden que se aprecia en las calles de Checa por las que paso, de la amabilidad de sus gentes que ya conocía. Detalles de orden estético que las engalanan y las tar nan incomparables: unos donados graciosamente por la Naturaleza y otros procurados por el hombre. Calle Alta del Río, calle de San Bartolomé, calle de la Fuente, plaza de José García Hernández...
La riqueza forestal, y los muchos y buenos pastizales del término de Checa, son otra nota importante que se debe conocer. Dc sus parajes pinariegos, más o menos próximos, y en todo caso reco mendables para el descanso y el solaz, destaca el que en el pueble conocen por la Fuente de los Vaqueros, y entre sus industrias, vivas y florecientes casi todas ellas, las de hostelería con especialidad culinaria en los asados a la brasa, las maderas y el comercio en general, como corresponde a una villa tradicional que se esfuerza por salir adelante con nota destacable.
El aspecto del campo por el Bajo Señorío a partir de Terzaga va cambiando paulatinamente. Las sabinas de la ladera van dejando paso a los pinos y aparece el boj. Se ve que entramos en la sierra. Chequilla, y sus soberbios farallones de roca oscura se tercian luego a mano derecha en el camino; poco después, Checa. La ermita de la Soledad, el estupendo cuartel de la Guardia Civil y la carretera de Orea junto al Cabrillas, nos ponen al pie de la calle Baja del Río, la calle por la que subimos hasta el corazón del pueblo.
A la Plaza Mayor, ahora plaza de Lorenzo Arrazola, se llega tras cruzar un estrecho túnel que coincide con los bajos del ayuntamiento; uno de los dos edificios emblemáticos de la plaza de Checa; el otro sería el de los López Pelegrín que forma ángulo con éste.
En la plaza hay rumor de agua de manera constante; la producen los chorros de la fuente que cuelgan sobre el piloncillo y la caída del arroyo Gil de Torres que se estira pueblo abajo, canalizado y dejándose atravesar de un barrio a otro, de la calle hasta las viviendas de los vecinos, por sucesivos puentecillos de piedra situados a lo largo del pueblo.
La Plaza está llena de coches apareados por todas sus caras. Un grupo de jóvenes hablan y ríen a carcajadas en mitad. Bajo el balcón corrido del ayuntamiento hay una placa de mármol blanco en la que se puede leer: «En esta casa nació en 1795 el Excmo. Sr. D. Lorenzo Arrazola, distinguido jurisconsulto y hombre de Estado, a quien los checanos en prueba de cariño le dedican este recuerdo».
Las casas blancas de cal que distinguen las calles de Checa, cambian de aspecto en la de las Terreras; pues a mano izquierda, según se baja con dirección al barranco, son cuevas, cocheras, bodegas, abiertas en el propio paredón de piedra rojiza que dan carácter a estos rincones espectaculares, y que ocupan, partiendo del cerro, toda la cara oeste del pueblo, en donde han aprovechado para recortar un original parquecillo, más natural que ningún otro, con pequeño jardín y bancos para sentarse, donde sentir en pleno verano la delicia de una tarde checana. Al lado, asomándose al murallón de roca y a la revuelta vegetación del barranco, los muros traseros de la iglesia parroquial, esbelta, de torre cuadrada, y un bello pórtico al que se accede por multitud de escaleras y reja de buena forja; pues ya en Checa, se comienzan a ver las artísticas rejerías y los balcones de hierro trabajado que adornan a tantos pueblos y villas del Bajo Señorío, y por extensión a no pocos de los pueblos cercanos de la vecina Teruel, Tomo buena nota de la limpieza y el orden que se aprecia en las calles de Checa por las que paso, de la amabilidad de sus gentes que ya conocía. Detalles de orden estético que las engalanan y las tar nan incomparables: unos donados graciosamente por la Naturaleza y otros procurados por el hombre. Calle Alta del Río, calle de San Bartolomé, calle de la Fuente, plaza de José García Hernández...
La riqueza forestal, y los muchos y buenos pastizales del término de Checa, son otra nota importante que se debe conocer. Dc sus parajes pinariegos, más o menos próximos, y en todo caso reco mendables para el descanso y el solaz, destaca el que en el pueble conocen por la Fuente de los Vaqueros, y entre sus industrias, vivas y florecientes casi todas ellas, las de hostelería con especialidad culinaria en los asados a la brasa, las maderas y el comercio en general, como corresponde a una villa tradicional que se esfuerza por salir adelante con nota destacable.