Labrados en la pared a la falda de la
montaña, conformando
puertas y
ventanas arqueadas de ojiva, y que son
fruto del capricho de un cura, con consentimiento del
pueblo. Esta minuciosa y loable edificación es fruto de la paciencia y la tenacidad humana de D. Aurelio, cura de
Valderrebollo, como consecuencia de verse agasajado en el reparto de la herencia de los terrenos y dependencia de la hacienda. Invirtió dinero en el acondicionamiento de los
túneles,
grutas y
pasadizos, que se habían formado por los efectos erosivos del
agua y el viento sobre la pared. Colocó balaustradas en lugares estratégicos, barandillas en las zonas de mayor riesgo y largas escalinatas para facilitar los accesos. Cada día de su vida salía caminando desde Valderrebollo, daba misa en
Yela y continuaba la marcha hasta
Cívica (unos 12 kilómetros aproximádamente), hiciese frío, calor o nevase y cuando alguien, al verle paraba el
coche y se ofrecía a llevarle, él se negaba y continuaba su andadura Las obras las realizaba con cuadrillas de albañiles, una veces con los de
Cogollor, otras con los de Valderrebollo… Así hasta que puso fin a su obra allá por los años 60.