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COGOLLUDO: Aún no se ha disipado por completo el humo. Aún no...

Aún no se ha disipado por completo el humo. Aún no se han acallado los llantos y lamentos. Aún resuena por las calles de la villa de Cogolludo el eco de las tropelías cometidas por los soldados franceses en las indefensas gentes de Cogolludo. Aún se cierne la sombra del águila imperial de Francia sobre los otrora orgullosos muros del castillo. Aún no ha terminado la guerra…

Cuando un grito rompe la noche. Juan Martín, el Empecinado, vuelve la vista atrás y escupe su rabia. A lo lejos, la oscuridad empieza a devorar Cogolludo, ya consumido por las llamas que lo azotaban. Perseguido por los franceses hoy huye el Empecinado, pero jura volver y hacer pagar cara esta afrenta a los franceses.

La guerra muestra una vez más su terrible rostro…

Esa misma mañana, la alegre música de los de Turdión no hacía presagiar la batalla que se avecinaba sobre Cogolludo, que en día de mercado, bullía de gentes que en su Plaza Mayor, compraban y vendían las más variopintas mercancías. Cestas, jabones, bisutería, ropas de colores, cambiaban de manos. La llegada de los lugartenientes de El Empecinado, cargados de viandas, fruto de emboscadas a algunos destacamentos franceses, quiebra la monotonía. Los víveres pronto son repartidos entre las necesitadas gentes de Cogolludo, castigadas por los continuos saqueos de las tropas francesas.

Una comida en hermandad, permite dar resguardo del calor a vecinos y visitantes en los soportales que flanquean la Plaza, corazón de la villa, presidida por el Palacio de los Duques de Medinaceli. Ya bien repuestas las fuerzas, las gentes son convocadas por los sones de los músicos de Turdión a presenciar los vuelos de exhibición de las aves de cetrería.

Al declinar la tarde, los gritos de los chiquillos preceden la entrada de Juan Martín, el Empecinado en Cogolludo, junto a los hombres de su partida. La alegría inunda la villa. Risas, bailes y lágrimas de reencuentro se desbordan por las calles.

De pronto, el bullicio cesa. Como un ave de mal presagio entra un correo francés en la Plaza Mayor, portando un mensaje del general Hugo, Gobernador Militar de Guadalajara y perseguidor implacable de El Empecinado, con una carta para el caudillo español.

En dicha misiva, el general Hugo, le hace una indigna propuesta, al ofrecerle unirse a la causa imperial de Napoleón a cambio de honores y riquezas, traicionando a su patria. Ante esta deshonrosa proposición, Juan Martín, el Empecinado, con su orgullo de patriota herido, contesta en unos términos que no dejarán lugar a dudas al francés, haciendo suya la voz de la guerrilla: “si sólo quedara un soldado mío, aún no se habría concluido la guerra; porque todos ellos a imitación de su Jefe han jurado guerra eterna a Napoleón y a sus viles esclavos que le siguen.” El correo parte con la respuesta de Juan Martín hacia la vecina localidad de Humanes, donde se halla acuartelado el general Hugo con su ejército, apenas a unas horas de marcha de Cogolludo.

Tal respuesta, llena de orgullo a los compatriotas del héroe castellano y es celebrada con cantos y bailes regionales del folclore de Cogolludo, mientras Juan Martín y los suyos se aprestan a defender la villa ante la inminente respuesta del furioso general Hugo.

Pero poca resistencia se puede ofrecer ante el más poderoso ejército del momento. El ejército imperial francés entra en Cogolludo, poniendo en huída a la guerrilla de Juan Martín, rebasado por un ejército muy superior. El general Hugo, decidido a dar ejemplar castigo a Cogolludo por su inquebrantable apoyo al famoso guerrillero, ordena no dejar piedra sobre piedra: el castillo y sus murallas son dinamitadas, el pueblo saqueado casa por casa y… el resto, es Historia.

MÁS DE 200 AÑOS DESPUÉS, LA HISTORIA CONTINÚA EN COGOLLUDO…
¿TE LO VAS A PERDER?
27 de Junio
“VIII JORNADA NAPOLEÓNICA VILLA DE COGOLLUDO”