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EL OLIVAR: El día 23, por fin visitamos el pueblo. Vivimos cerca,...

El día 23, por fin visitamos el pueblo. Vivimos cerca, al otro lado del pantano, en la Urbanización Las Anclas, en Pareja, desde hace nueve meses, y visitando pueblos de los alrrededores, fuimos posponiendo día tras día la visita. Y eso que pasamos infinidad de veces por la puerta, como quien dice, ya que está a cuatro kilómtro y algo más de la carretera de Pastrana a Budia, que es el camino que tomamos cada vez que vamos a Guadalajara, así como cuando regresamos.
Es un pueblo muy bonito, con unas vistas maravillosas sobre el pantano de La Ermita. Desde el cerro donde estuvimos, -dando con él de pura casualidad, o motivado por las ganas de conocer todo allá donde vamos- hicimos unas fotos preciosas.
Bajamos por una calle que parte de la plaza, -la calle de la Plaza, precisamente- llegando hasta un barranco desde donde, mirando hacia la izquierda, divisamos una porción de agua y una pequeña parte del paisaje que, conjeturamos, se vería un poco más adelante. Tomamos por el sendero que salía a partir de unas escaleras de piedra que había a nuestra izquierda.
Seguimos por él, y a cada paso el paisaje se nos mostraba más bello, llegando a los pies de una bella casa, -una de tantas como tiene el pueblo- donde la vereda se hizo más angosta. Tras convencer a Cris, mi mujer, ya que ella no quería seguir por allí, pues no lo conocíamos y podía resultar pelrigroso, -dijo- continuamos hasta llegar a su final, el cual daba a una pequeña explanada, don había una cruz de madera junto al precipicio.
Tomamos muchas fotos desde esa situación, ya que la perpestiva era maravillosa. Veíamos en primer término, casi a nuestros pies, el agua de una parte del Pantano de la Ermita; en segundo plano, en el centro, la Ermita de la Esperanza; Mantiel, en la ladera de un monte, de frente a la derecha y por debajo, otro brazo de agua del pantano que se extendía hacia las Tetas de Viana, las cuales se divisaban majestuosas, allá en la lejanía, en el centro del panorama, sobresaliendo sus mesetas sobre la línea del horizonte; a la derecha, abajo, poco más allá del agua, Chillarón del Rey dibujado entre el verdor de la vegetación circundante y ante el crestón de roca rosada que le sirve de guardaespaldas; al izquierda, y casi a nuestros pies, unos chalets pertenecientes al pueblo de Durón; a la idquierda, como al final de otro brazo de agua que parte en esa dirección, se divisaban las descomunales chimeneas de la central de Trillo, un poco por debajo de la raya del horizonte montañoso. Y totalmente a la izquierda, sobre una gran meseta, brillantes y dibujados sobre el azul celeste, los grandes y modernos molinos de viento, -ya no solamente manchegos- los cuales con sus grandes aspas, sujetas al eje del rotor que las mantiene unidas a la alta torre metálica, y cilíndrica, nos proporcionan la nueva energía eólica.
Podrá parecer bucólico, la forma de describir el paisaje, pero es que él mismo lo es, no exajero nada.
Subimos hacia el pueblo, tras quedar medio satisfechos del paisaje, ya que no nos pudimos satisfacer al completo, -llenarnos de él- pues de lo contrario hubiéramos tenido que quedarnos allí contemplándolo, no se los días.
Comenzamos a subir la pequeña pendiente, haciendo fotos a las típicas y bellas casas; lindas, como dice Cris, ya que ella es argentina y allí se usa esa definición más que aquí.
LLegamos hasta el centro, extasiados de tanta belleza que contiene el pueblo en todas sus calles y fuimos a dar a una estrecha y corta, donde una vecina barría en compañía de sus dos perros rubios, los cuales en cuanto nos vieron, se acercaron a saludar a Suska, mi perrita Teeckel. A nosotros tan solo nos miraron de solayo, prestándome uno de ellos un poco de atención, al ver como hacía fotos de su calle y las preciosas casas que allí hay.
Tiene un rincón precioso de verdad, así como la esquina donde está enclavada la casa de la hija de la señora que manejaba la escoba, según ella misma nos dijo. También nos informó, que la calle, así como todo el pueblo, está mucho más bonita en primavera y verano, por lo cual nos prometimos volver en ambas estaciones.
Seguro que volvemos, ya que seguiremos viviendo por la zona, ¡y bien que se vive, pardiez!

AdriPozuelo
de "Mis rutas por La Alcarria"