MOCHALES
13 de julio 2001 Nueva Alcarria
EN EL MUSEO DE SIGÜENZA
El Buen Pastor, marfil de Mochales
Debió de costar mucho trabajo, y de hecho quiero recordar que así fue, el dejar salir de sus iglesias importantes pieza de valor, sentimental cuando menos, para formar parte de un museo de arte sacro en la ciudad cabecera de la diócesis. Y es que, cuando el hombre se rige más por los impulsos del corazón -motivo razonable y hasta cierto punto honroso- que por el recto juicio de su cerebro, da lugar a hechos así, a situaciones desagradables, cuando no violentas, al advertir que algo que considera suyo se lo lleven a otro lugar para su lucimiento, sin considerar los pros que lo harían aconsejable frente a los contras que él no se ha detenido a considerar: el despoblamiento de tantos pequeños pueblo y, sobre todo, la avalancha de robos sacrílegos en iglesias y ermitas pueblerinas que con años de antelación ya se preveían.
Estas consideraciones entre algunas más llevaron al obispo Castán Lacoma, recientemente fallecido, a crear en el año 1968 el museo de la diócesis, aprovechando las distintas piezas de valor que, al cabo de tantas vicisitudes históricas, todavía se conservaban en algunas de las iglesias de nuestros pueblos, muchas de ellas destinadas a desaparecer como consecuencia de la fuerte emigración sufrida en el medio rural por aquellos años. La idea del obispo fundador aportaría al are sacro provincial un doble interés en lo sucesivo: quedaría a salvo de robos y saqueos, a la vez que podría ser visto y admirado por multitud de personas que, de no ser así, apenas servirían como piezas anónimas de valor sentimental en su lugar de origen o como objetos abocados al abandono en el rincón sombrío de cualquier iglesia.
Aún queda en algunos pueblos de la diócesis cierto poso de resentimiento a consecuencia de aquellos traslados; resentimiento que en buena parte se aminora al contemplar hoy aquella imagen o aquel cuadro, debidamente restaurados, en las mejores condiciones ambientales y de luminosidad, recibiendo a diario las correspondientes muestras de admiración por parte de quienes van a verlas al Museo Diocesano llamados por su reconocido interés.
Las distintas salas del museo ocupan la planta baja de la antigua casa de los Barrenas, un edificio neoclásico situado frente a una de las puertas de hierro que dan al pórtico de la Catedral. Atiende al visitante un sacerdote joven, don Ignacio Ruiz, que ejerce las funciones de director.
EL BUEN PASTOR, MARFIL DE MOCHALES
Antes, y en la sala número uno titulada "Origen y principio de vida", nos detenemos frente a una laboriosa figura de marfil. Se presenta como un trabajo luso-indú, de autor anómino del siglo XVI, y procedente de la parroquia de Mochales. Se trata de un juego extraordinario de figurillas diminutas, que se corona con la imagen del Buen Pastor según los cánones del arte oriental, y que, según, me explicó el director, algunos de los hombres de mas edad que todavía viven en Mochales, recuerdan cómo sirvió de entretenimiento para monaguillos y chavalotes del lugar al pasar por la parroquia lo tocaban y jugaban con él. Relieves, yeserías con arabescos, fósiles con más de ciento cincuenta millones de años procedentes de Madagascar, ocupan su sitio en aquella misma sala junto a las famosas figurillas de Adán y Eva, en alabastro gótico del siglo XVI, procedente de la iglesia de Pozancos.
13 de julio 2001 Nueva Alcarria
EN EL MUSEO DE SIGÜENZA
El Buen Pastor, marfil de Mochales
Debió de costar mucho trabajo, y de hecho quiero recordar que así fue, el dejar salir de sus iglesias importantes pieza de valor, sentimental cuando menos, para formar parte de un museo de arte sacro en la ciudad cabecera de la diócesis. Y es que, cuando el hombre se rige más por los impulsos del corazón -motivo razonable y hasta cierto punto honroso- que por el recto juicio de su cerebro, da lugar a hechos así, a situaciones desagradables, cuando no violentas, al advertir que algo que considera suyo se lo lleven a otro lugar para su lucimiento, sin considerar los pros que lo harían aconsejable frente a los contras que él no se ha detenido a considerar: el despoblamiento de tantos pequeños pueblo y, sobre todo, la avalancha de robos sacrílegos en iglesias y ermitas pueblerinas que con años de antelación ya se preveían.
Estas consideraciones entre algunas más llevaron al obispo Castán Lacoma, recientemente fallecido, a crear en el año 1968 el museo de la diócesis, aprovechando las distintas piezas de valor que, al cabo de tantas vicisitudes históricas, todavía se conservaban en algunas de las iglesias de nuestros pueblos, muchas de ellas destinadas a desaparecer como consecuencia de la fuerte emigración sufrida en el medio rural por aquellos años. La idea del obispo fundador aportaría al are sacro provincial un doble interés en lo sucesivo: quedaría a salvo de robos y saqueos, a la vez que podría ser visto y admirado por multitud de personas que, de no ser así, apenas servirían como piezas anónimas de valor sentimental en su lugar de origen o como objetos abocados al abandono en el rincón sombrío de cualquier iglesia.
Aún queda en algunos pueblos de la diócesis cierto poso de resentimiento a consecuencia de aquellos traslados; resentimiento que en buena parte se aminora al contemplar hoy aquella imagen o aquel cuadro, debidamente restaurados, en las mejores condiciones ambientales y de luminosidad, recibiendo a diario las correspondientes muestras de admiración por parte de quienes van a verlas al Museo Diocesano llamados por su reconocido interés.
Las distintas salas del museo ocupan la planta baja de la antigua casa de los Barrenas, un edificio neoclásico situado frente a una de las puertas de hierro que dan al pórtico de la Catedral. Atiende al visitante un sacerdote joven, don Ignacio Ruiz, que ejerce las funciones de director.
EL BUEN PASTOR, MARFIL DE MOCHALES
Antes, y en la sala número uno titulada "Origen y principio de vida", nos detenemos frente a una laboriosa figura de marfil. Se presenta como un trabajo luso-indú, de autor anómino del siglo XVI, y procedente de la parroquia de Mochales. Se trata de un juego extraordinario de figurillas diminutas, que se corona con la imagen del Buen Pastor según los cánones del arte oriental, y que, según, me explicó el director, algunos de los hombres de mas edad que todavía viven en Mochales, recuerdan cómo sirvió de entretenimiento para monaguillos y chavalotes del lugar al pasar por la parroquia lo tocaban y jugaban con él. Relieves, yeserías con arabescos, fósiles con más de ciento cincuenta millones de años procedentes de Madagascar, ocupan su sitio en aquella misma sala junto a las famosas figurillas de Adán y Eva, en alabastro gótico del siglo XVI, procedente de la iglesia de Pozancos.