Me da una gran devoción comtemplar esta hermosa y deteriorada imagen de María con el niño. Cierto que es una preciosa talla en
piedra, entre el
gótico tardío y el inicial renacimiento (
la graciosa curva de cadera, la gentil sonrisa hacia el hijo, los elegantes plieges de su
manto y la hermosura serena de una cabeza que el "relente" con la escarcha y el cierzo racheado se han comido con el paso de los días y los siglos.).
¡Cuántas súplicas no habrá recogido de los "Peñalveros"!
¡Cuántas lágrimas,
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