Me da una gran devoción comtemplar esta hermosa y deteriorada imagen de María con el niño. Cierto que es una preciosa talla en piedra, entre el gótico tardío y el inicial renacimiento (la graciosa curva de cadera, la gentil sonrisa hacia el hijo, los elegantes plieges de su manto y la hermosura serena de una cabeza que el "relente" con la escarcha y el cierzo racheado se han comido con el paso de los días y los siglos.).
¡Cuántas súplicas no habrá recogido de los "Peñalveros"!
¡Cuántas lágrimas, cuántos supiros, cuántas alegrías!
Toda una vida contemplando con amor de Madre el ir y venir de estos sus "meleros" hijos, con un ariño que, en el caso de la piedra, se va dejando la piel, pero nunca el corazón.
Gracias, Madre.
Silverio, el mochuelo bohemio.
¡Cuántas súplicas no habrá recogido de los "Peñalveros"!
¡Cuántas lágrimas, cuántos supiros, cuántas alegrías!
Toda una vida contemplando con amor de Madre el ir y venir de estos sus "meleros" hijos, con un ariño que, en el caso de la piedra, se va dejando la piel, pero nunca el corazón.
Gracias, Madre.
Silverio, el mochuelo bohemio.