Alfonso VII, junto con su mujer doña Leonor, hace merced a don Nuño Abad y monjes de la Orden Cisterciense, del Monasterio de Santa María de Bonaval, en el que desde algunos años antes habitaban, para que lo poseyeran perpetuamente, con todos sus pechos, derechos y demás pertenencias. Poco antes habían "apeado, delineado y dividido" las posesiones territoriales del cenobio, para que fuera de todos públicamente conocido. Y se hizo de la siguiente manera: desde la Yglesia de Arretiendas (Retiendas), directamente asta el Molino del lugar de Tamajón situado en la Sierra, y por la otra parte desde la misma Yglesia, en derechura hasta el camino de Guadalaxara, como corrían las aguas en el término de la villa de Uzeda, y a la otra parte desde el Valle de Sotos (Valdesotos), hasta la sierra de Elvira, y de dicho valle a la Serranía, transitando más allá de ella, hasta el valle de Muratel (Muriel, en el Sorbe), dándoles todas las tierras, heredades, labradas y por labrar, aguas, prados, pastos, haciendas, rentas y demás derechos que se incluyen en los referidos términos. Les dio también el lugar de Carranque con todas sus pertenencias, y en Uceda les hizo dueños de ciertas viñas con un huerto, y otra tierra que estaba contigua a otra que pertenecía a Fernando Martínez.