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ROMANILLOS DE ATIENZA: Hola pueblo:...

Esta es una redacción que una niña hace unos doce o catorce años escribió sobre el pueblo, en un colegio de Jerez de la Frontera, y que recibió un premio. La transcribo tal cual.

"UNA FAMILIA HACE 80 AÑOS
Esta es una historia que ocurrió hace ochenta años en un pueblecito castellano.

En este pueblecito vivían muchas familias, pero entremos en la casa de una de ellas, era una casa caliente y grande, tenía tres plantas, la primera era encantadora, es la que más me gusta, parecía escapada de un cuento porque estaba llena de animales, había un trocito para conejos, otro para cerdos, otro para una vaca y uno grande para la yegua, la burra y las mulas y todo salpicado de gallinas y pollos que entraban y salían por todas partes, canturreando su canción cacareante.

Subimos por una escalera de madera hacia la segunda planta, era la dedicada a las personas, lo que más me llamó la atención fue su cocina grande con el techo negro de no parar incesantemente el humo que salía del fuego inquieto y ondulante, que protegido por una chimenea, surgía del suelo y que, como parte de esa familia, coopera en calentar sus comidas y a ellos mismos en invierno porque entonces el frío sería intenso.

Subimos a la última planta, lo hacemos por una tosca escalera de ladrillos, allí estaba la cámara, de nuevo entramos en un cuento, nos encontramos con un techo de madera inclinado, llegando por los lados casi al suelo, allí guardaban los utensilios de labranza y las cosechas porque era una casa de labradores.

Un día, a esa casa llegó la cigüeña y les dejó una niña, todos se pusieron muy contentos, era la sexta porque había cuatro niñas y un niño, más tarde vendrían otros dos niños más. Todos siguieron la vida del pueblo tan alegre y tranquila.

Aquella niña que trajo la cigüeña fue creciendo entre sus hermanos, padres y demás del pueblo, porque era un pueblo muy pequeño y todos era amigos. Primero jugaba por las calles con chinitas o con trocitos de platos rotos que encontraba entre las piedras y la tierra. Otras veces acompañaba a su padre a regar las huertas cuando les tocaba de noche recoger el agua, otras veces acompañaba a las ferias a su madre a otros pueblos a vender gallinas, otras veces acompañaba a su padre al molino a moler el trigo. Se aprovechaba de todo eso porque entonces era la pequeña y se daba sus trazas para conseguir casi siempre ser ella la que, montada en las mulas, acompañaba a sus padres a hacer esas excursiones que, en aquellos tiempos, debían ser una gran diversión.

Llegaba la fiesta del pueblo y ella, como la primera, se apuntaba a corretear por la plaza alrededor de mozos y gaiteros pasándoselo en grande.

También llegaba las navidades, la casa se llenaba de fiesta con la matanza porque tenían que vivir de lo que criaban y no tenían más remedio que matar el cerdo que criaban para poder comer durante todo el año. Y llegaba un día muy especial, el día de los Reyes Magos, ese día con toda su ilusión esperaban, ella y sus hermanos, los regalos y por la mañana muy tempranito, ella corría a buscarlos, se encontraba una naranja y tres nueces, se ponía muy contenta porque esos regalos era lo que había y a todos los niños del pueblo les traían lo mismo, era natural que a un pueblo escondido entre montañas los Reyes no podían llevar otra cosa.

La vida de aquella niña siguió así año tras año, entre animalitos, campos y su gran familia, inviernos alrededor del fuego y veranos ayudando a sus padres en el campo. Se hizo mayor, siguió riendo y paseando con los mozos y mozas del pueblo, pero un día llegó al pueblo un apuesto joven, moreno y guapo que además era el maestro del pueblo, entonces como en un cuento de hadas todas las chicas del pueblo se enamoraron de aquel joven que era para ellas como el príncipe azul salido de ese cuento de hadas y como en todos los cuentos de hadas la más guapa y la más buena consiguió el amor de aquel deseado joven, y fue nada más y nada menos que nuestra querida niña, que ya era mayor. Ella no se lo podía creer, una pueblerina conseguir ese amor tan maravilloso, pero tenía que creérselo, pues era verdad y cuando pasó algún tiempo se casaron, se fueron a vivir a una ciudad grande y bonita, que era Jerez y allí fueron muy felices.

Yo sé todo eso porque esa niña me lo ha contado y me ha llevado a ver la casa y el pueblo, poque ella es mi abuela."

Autora: Estefánía Grimaldi Burgos

Hola pueblo:
No. Yo no lo sé todo de Romanillos, pero si puedo presumir de una memoria privilegiada, en especial a mi edad que en muchas ocasiones se me olvida lo que he comido al medio día y si que puedo acordarme de anécdotas de hace sesenta y mas años aunque a veces solo sea de oídas.
Recuerdo el pilón donde abrevaban las caballerías. Uno en la plaza, otro en medio de la calle hoy carretera, frente a la casa del señor Nicolás y la señora María y un tercero al lado del huerto el curato.
En el abrevadero que había frente a la casa del señor Nicolás se formaban unos barrizales de pánico. Lodo de aquel negro que después no había forma de sacarlo por mucho que te lavaras.
Años después se hizo la carretera y este abrevadero se desplazo a un lado de la carretera cogiendo para este fin terreno del huerto del señor Basilio Moreno.
En casa del señor Nicolás García y en años posteriores si no recuerdo mal, también se instaló la peluquería, que venía el señor Avelino de Miedes, a afeitar y cortar el pelo.
Qué tiempos aquellos. No conocí a Vicenta que se casó con el maestro señor Juan. Si conocí a la señora Fermina casada con el señor Agustín Moreno, y su otra hija que no recuerdo su nombre casada con el señor Bartolomé; también a sus hijos, Damián, Placido, y Jesús. Estupendos vecinos y amigos de mi familia. Imposible olvidar.
Qué bonita la narrativa, y que bonito sería volver a aquellos días pero nos hemos de conformar con los recuerdos.
Abrazos para tod@s y estos relatos que continúen aunque nos hagan llorar por la nostalgia