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ROMANILLOS DE ATIENZA: EL CASTILLO DE DON JUAN...

EL CASTILLO DE DON JUAN
Altivo, escueto y sombrío
De cerro monstruo en la altura
Se encuentra sobre su altura
Cual gigantesco titán.

Desguarnecido y ruinoso
Sobre terreno escarpado
Está en un monte encumbrado
El castillo de Don Juan.

Desvanecido en la cumbre
Que tiene por pavimento
Muestra el color ceniciento
Que envuelve su augusta faz.

Sus angulares rincones
El viento azota y empaña
Y teje sutil la araña
La piedra que ornó el cincel.

Profana el severo muro
El vil insecto oficioso
Y el murciélago alevoso
Anida insólenme en el

Hay en el un subterráneo
Tan oscuro y cavernoso
Que nadie por espantoso
Se atreve ha acercarse a el.

Solo una loba allí vive
Metida en honda guarida
Donde por el día escondida
A nadie deja acercar.

Pero en cambio por la noche
Sale a buscar los ganados
Por los montes y collados
Furtiva suele cruzar.

Más un cazador la espía
Y la persigue en su giro
La dispara al vientre un tiro
Y la mata con valor.

Vase luego al subterráneo
Del castillo misterioso
Y resuelto y animoso
Penetra hasta su interior.

Sobre unas brozas echado
Con la ropa en desaliño.
Encontró un hermoso niño
Que su madre abandono.

Lo examino con cuidado
Y hallole un papel escrito
En el cual con gran prurito
Esto el cazador leyó

Yo Dionisia triste madre
Por un novio deshonrada
En esta gruta apartada
A este mi niño deje.

Y una loba que aquí vive
Con entrañable cariño
Le da de mamar al niño
Que en desamparo le ve.

Por esconder mi vergüenza
No quiero firmar mi nombre
Para que no sepa un hombre
Lo ingrata que en esto fui.

Llevaos el hijo mío
Los que lo halléis desolado
Que por mí abandonado
Por siempre se queda aquí.

Coguiolo aquel cazador
Y llévaselo consigo
Le dio en su capote abrigo
Y tranquilo le durmió.

Llego a casa el cazador
Aturdido u jadeante
Y a todos en el instante
El caso aquel les contó.

Paso el tiempo, creció el niño
Entró en quintas, fue soldado
Después guerrero afamado
Rey se hizo proclamar.

Conquistó grandes Imperios
Tomo plazas venció a Reyes
Y sanciono cuantas leyes
Le convino decretar.

Pero nunca satisfecho
Con su estado esplendoroso
Dejo su trono grandioso
Y hasta su imperio dejo

Más le faltaba un Imperio
Que conquistar en la vida
Y era su madre querida
A la que nunca encontró