Ofertas de luz y gas

ROMANILLOS DE ATIENZA: LA GALLINA CONCHINCHINA...

LA GALLINA CONCHINCHINA

En un pueblo de la sierra pela, o mejor dicho en una villa de cuyo nombre no puedo ni quiero olvidarme, habitaba una familia muy pero que muy humilde. Esta familia se componía de siete miembros, la madre y dos hijas y cuatro hijos. Vivian del campo y los animales que podían criar.
Tenían una cabra, dos cerdos y media docena de gallinas.
Entre esta media docena de gallinas había una llamada conchinchina.
La llamaban así, porque tenía el cuello pelado. No se si todas las gallinas del cuello pelado son conchinchinas o solo esta lo era por tener el cuello pelado y así la llamaban.
Lo cierto es que en este tiempo con seis grados bajo cero y algunos días hasta doce bajo cero, nuestra pobre gallinita pasaba más frío que un perro atado a una alambrera.
Entonces nuestra madre y nuestra tía decidieron hacerle una bufanda para amortiguar un poco el frío.
Ho milagro, la gallina conchinchina empezó a poner dos huevos cada día y se convirtió en la estrella de toda la Sierra Pela.
A los pocos días pensaron en hacer bufandas para todas las gallinas y pusieron manos a la obra.
Gastaron varios kilos de lana y el tiempo que toda esta labor les llevo, pero el invento no resulto.
Esto va a ser nuestra ruina, dijo la madre Fermina, también me lo creo yo, dijo Jerónima…quizás no
Siguieron el experimento y a mi me tenían contento
Las gallinas con bufanda, anda, anda, y yo con el culo al aire y con un frío que pela y sin nada en la cazuela.
Ironías del destino que no nos parecen mal, pero si analizamos, poco a poco al animal, enseguida nos damos cuenta que no es casualidad que gallina conchinchina la bufanda necesita, pobrecita, y es que hace un frío que pela
Como ella ya está pelá, por lo menos por el cuello, la bufanda la proteje, así que nadie se queje, de este bendito animal que es muy agradecida y lo fue toda su vida.
Cuando llego San Antón a las que no ponían huevos les daban retortijón. Conchinchina se salvo, ponía dos cada día y ella era la alegría…del territorio español
J. Redondo