No sé si creeis que merece la pena o interesará tratar aquí de temas de interés general lo mas objetiva y asépticamente posible; pero, por si la respuesta es afirmativa, ahí va el germen de un posible debate, todavía no enfocado totalmente.
1 -En todo tiempo ha existido una corriente general de pensamiento que justificaba el orden establecido. Tal filósofo reflejaba y aún proponía formas de organización de la sociedad, del buen gobierno, de la moralidad, etc. Existia un decálogo de deberes y otro de derechos que, salvo el paréntesis de la Grecia antigua o de la revolución francesa -con todas sus contradicciones- no era común ni mucho menos a todos los estamentos. En general las disposiciones, leyes y reglamentos se han aplicado de arriba abajo sin discusión posible. Superadas ya las formas del absolutismo, que constreñía mas o menos coercitivamente el libre albedrío de la mayoría de los súbditos, ahora, los ciudadanos, somos libres de pensar y de actuar sin mas limitación que la ley.
Pero con la llegada de la democracia las corrientes de opinión siguen siendo formadas, modeladas, por lo que vienen en llamar formadores de opinión, ya no filósofos, -¿ilustrados siquiera? ¿correas de transmisión de unos valores socioeconómicos y políticos con forma y contenido preestablecidos que no siempre concuerdan con los valores que las constituciones respectivas guardan en el mausoleo de la letra muerta, de la formalidad? ¿Son los guardianes de la democracia, de lo políticamente correcto?
Traigo esto a colación porque en nuestro país, donde la democracia no tiene hondas raíces, proliferan como setas en Otoño predicadores, apóstoles de la buena nueva globalización que, todos los días, nos brean con las presuntas virtudes del nuevo orden que, parece ser, viene a transmutar toda una serie de valores hasta ahora inamovibles. Y digo yo que esta insistencia guardará relación con las resistencias pasivas que encuentra la citada doctrina.
Todo está en movimiento, en delicado equilibrio: trabajo, movimiento de población -migraciones- seguridad, sanidad, pensiones, pilares todos ellos de aquel estado de bienestar al que no sé muy bien si un día conseguimos acercarnos.
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