Y - ¿Hasta cuando, Catilina, abusarás de nuestra paciencia...? (Cicerón) A la atención de algún que otro navegante (no me estoy refiriendo a los internautas): lo que sigue no tiene un destinatario concreto. Simplemente es que como habéis estado interpretando de forma libre las intenciones del supuesto erudito y del supuesto ignorante, y como yo soy de la opinión de que a buen entendedor, pocas palabras bastan... Pues no había creído hasta ahora que tuviera que volver sobre el asunto. Por lo demás descanso los fines de semana y fiestas de guardar. Esto no es una filípica de Demóstenes ni una diatriba de la escuela cínica. Ya propuse una vez el buen rollito. Quede claro que no me las doy de nada y que si algo me chincha es que me pongan etiquetas. Eso de “erudito” es casi un insulto en boca de alguno y mas si antepone eso tan delicado y ridículo de “tu que te crees un ...” En todo caso es un contrasentido, una paradoja o un absurdo en estos tiempos de saberes especializados. Ya que me tomo la molestia de largar esta catilinaria elijo expresarme como sé, mal que les pese a los teóricos de la intermediación que consideran al común de los mortales un incapaz al que hay que adaptarle el mensaje –explicar, dicen- quizá midiendo a los demás por el rasero de una poquedad –la suya- que intentan generalizar en vano. Así que, “zin acritú” que decía el Felipe. Yo creo, que si alguien tiene algo interesante que decir, en Internet o en Roma, siempre tiene oyentes y no los tiene el que se mueve entre frases hechas, entre medias verdades o en mentiras enteras. (Continuará, con la venia del webmaster).