No recuerdo las fechas en que yo llegaría al
pueblo, y quedaría tristemente sorprendido, por el silencio, como si se tratara de una ciudad abandonada.
Detuve mi
coche cerca de la morera (crero era
primavera) y solo "el tío Anacleto" me recibió con un caluroso apretón de manos.
Esto parece una ciudad desierta- dije- y charlaríamos de mil cosas.
De inmediato me dirigí al"Llano de
Romanones" y reaparecieron mis años niños, entre los olivares de mi abuelo, que ya la mitad de ellos no lo eran y
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