RÉQUIEM POR EL ENEBRO. El secular y solitario
árbol que durante generaciones permaneció impasible ante fuegos e inclemencias, y que daba nombre a una zona de
Valdeavellano (LA ENEBRA), ha encontrado su final. Con el tronco brutalmente castigado por el último incendio, llegó exhausto al
invierno y no ha podido resistir el azote de los vientos de febrero.
Con el progreso han ido desapareciendo muchos
árboles emblemáticos. Cayeron los olmos: algunos tan viejos como la
iglesia y otros como la
picota; cayeron ‘nogueras’: la de ‘La Sastra’, o la de ‘La Maravillana’; y también encinas como ‘La carrasca del Vínculo’ y otras muchas más, centenarias, pero sin un nombre popular. Ahora el majestuoso enebro. ¿Cuál será el próximo?