Con el final del
otoño, los
árboles quedan desnudos. El suelo se enriquece con el humus de las hojas, y la humedad hace el resto. Se desarrollan musgos y líquenes por doquier, cubriendo troncos y
piedras de
mantos singulares. Con esa vistosidad emergente, sueñas y te transportas a los parajes 'encantados' de ancestrales historias.