Tarde de tormenta
-Cae un fuerte chaparrón, se aleja la temida tormenta. Con restos de nubes, el viento frota el cielo dejándolo como un limpio espejo. Se asoma y se despereza la mágica luna, guiñando un ojo y abriendo la boca. Entre penachos de nubes, se esconde. ¡Ya vuelve!; le devuelvo el guiño y la saludo con la mano. Me está mirando.
Cada vez más lejos, en el horizonte opuesto, relampaguea y truena, cual batalla de ruido y fuego.
Un murciélago zigzaguea, viene y va rápidamente. Vuelve el mirlo a su armonioso canto; en la charca del nacimiento del rio, las ruidosas ranas empiezan su concierto nocturno.
La vida prosigue su normal transcurrir. La noche nos invita a ver su techo de estrellas, entre la infinidad de ellas, la roja Antares y la super brillante Sirio.
-Cae un fuerte chaparrón, se aleja la temida tormenta. Con restos de nubes, el viento frota el cielo dejándolo como un limpio espejo. Se asoma y se despereza la mágica luna, guiñando un ojo y abriendo la boca. Entre penachos de nubes, se esconde. ¡Ya vuelve!; le devuelvo el guiño y la saludo con la mano. Me está mirando.
Cada vez más lejos, en el horizonte opuesto, relampaguea y truena, cual batalla de ruido y fuego.
Un murciélago zigzaguea, viene y va rápidamente. Vuelve el mirlo a su armonioso canto; en la charca del nacimiento del rio, las ruidosas ranas empiezan su concierto nocturno.
La vida prosigue su normal transcurrir. La noche nos invita a ver su techo de estrellas, entre la infinidad de ellas, la roja Antares y la super brillante Sirio.