VILLEL DE MESA
ANDANDO POR EL RÍO MESA.
"Quizas aprovechando los fastos turísticos de Fitur, pero sin ver con ella, ha salido a la luz un libro que brinda la posibilidad de conocer mejor una parte escondida, y que a todos encantará, en imágenes sobre todo: una perspectiva impresionante y muy particular sobre esta comarca del extremo nororiental de la tierra guadalajareña, integrado hoy en el Señorío de Molina, aunque siempre cabalgó entre sus señores, los duques de Medinacili, los reyes de Aragaón... una tierra de frontera, dinámica y aún viva.
EL LIBRO DEL MESA
Es su autor el profesor Teodoro Alonso Concha, que se ha pasado una larga temporada caminando en detalle, paso a paso, esta comarca del Mesa. Su título es ""VALLE DEL MESA" y la editorial que lo ha sacado a flote es Mediterráneo que está consiguiendo una espectacular colección de libros-guía sobre pueblos comarcas y rutas de Castilla, y que en Guadalajara ha puesto sus miras con verdadero éxito. El libro consta de 6o páginas en gran tamaño, y además del texto, conciso y seguro, ofrece una montaña de fotografías a color, muchas de ellas a doble página.
EL RECORRIDO POR EL RÍO MESA
El recorrido por el curso del río Mesa se inicia en las proximidades de Selas, un pueblo pinariego del Señorio de Molina. Enseguida baja de los cerros en que nace (marcados con una placa de marmol en el sitio justo en que mana) y llanea levementte junto a Anquela (del Ducado) para enseguida torcer hacia el norte bajo unos abruptos roquedales, y ya entre bosques densos de sabinas, encinas y robles, atravesando la finca de la Avellaneda, corre hacia Turmiel, deja a la derecha en alto a Establés, y ya por el término de Anchuela (del Ducado tamibén) para meterse en su primera hoz, espectacular aunque siempre solitaria, porque solo se la puede recorrer andando, no pasa carretera alguna por ella.
En esa hoz del alto Mesa, destacan dos referencia que todos quienes las ha visto. Una en la Peña Coba (que por cierto sirve de imagen del del libro) y otra es el Tormo Melero. La primera, un roquedal enpringuruchado de tonos rojos aunque es calizo, y el segundo una gran atalaya picuda, de más de 25 metros de altitud, en cuya parte que la hace parecer una gitantesca aguja de coser.
Por estos lares junto al río que es siempre arroyo, y entre los ricos, va discurriendo sin pausa el viajero. entre el puente que le cruza, -término de Turmiel- por donde dejando la carretera se inicia el recorrido a pie, hasta Mochales, barranco abajo, hay una cuatro horas y media de paseo. Hay que saberlo, para escoger un día largo, tranquilo sin alteraciones meteorológicas, y con el cuidado de que alguien esté esperando en el extremo final del trayecto.
En Mochales se abre el valle del Mesa, que entre ancho y generoso hasta Villel, donde llama la atención su castillo, su callejeo empinado y sus palacios antiguos, y poco más allá, aparece Algar, que barrunta lo que viene después, porque el río se encajona a partir de este que es el último pueblo de Guadalajara, y sigue por Calmarza hasta Jaraba e Ibdes (de Zaragoza estos tres últimos) atravesando un desfiladero rocoso que sin duda debe figurar entre los más importantes de España. Tierra del buitre leonado, hasta un centenar de parejas se contabilizaron el año pasado por estos pagos.
A PIE Y EN COCHE
El autor de esta excursión plasmada en libro, el profesor Alonso Concha, que hace poco más de un año nos regalo también otro memorable, la Arquitectura Popular de Tierra Molina se conoce, lógicamente, al dedillo esta tierra. Nacido en Tartanedo, es el mejor guía para llevarnos seguros. Yo, que soy amigo suyo desde hace unos cuantos decenios, puedo asegurar que lo que cuenta lo ha vivido, y eso es lo que en parcimonia teje y desteje en sus páginas. Nada queda por ver y recomendar.
El coche se hace el recorrido desde Selas y Anquela hasta Turmiel. Y de allí, antes justo de cruzar el río por un puente que sigue hacia Establés y Anchuela, nos ponemos a andar. El camino sigue por la orilla izquierda del río, aunque la excursión, que ya he dicho antes que es largo para entusiastas entrenados, deberá planificarse con intención de tener que cruzar el río por la orilla a veces se cortan a pico por la rocas.
La tercera parte del camino, desde Mochales a Algar, se puede hacer en coche. Los más puritas irán a pie, porque este valle que corre hacia el Ebro, y por lo tanto va buscando las playas y las agua del Mediterraneo, tiene tantas perspectivas que disfrutar que en cada recodo hay algo nuevo: un molino, un pairón, una ermita....
MOLINOS, PAIRONES Y ERMITAS
Teodoro Alonso nos cuenta, en brevedad llena de sabiduria, los elementos "menores" que el patrimonio de esta tierra nos brinda. Empieza mencionado los castillos, que para nuestro aasombro son varios: en un recorrido relativamente corto, atravesando media docena de pueblos, podemos ver otros castillos, castilletes o viejos y semiderruidos torreones. Tiene su explicación esta circunstancias, porque el valle del Mesa fue tierra de frontera muchos siglos. Era el lugar donde chocaban, más que se saludaban, los dos reinoss claves de la península ibérica: Castilla y Aragón. Asi vemos una vieja torre en término de Turmiel, (en el pueblo lo que hay es un palomar, en lo más alto, aunque yo creo que en tiempos fue también torre defensiva) un castillo -el de la "mala sombra"-en Establés, igual como el de Mochales (donde no olvida el viajero menciar la casa del médico misterioso que habitó entre las rocas de la parte alta del pueblo en tiempos de después de la guerra), la valiente silueta del castillo de Villel, el mas poderoso del valle feudo de los Funes, y las piedras que entre casas quedan en Algar, memoria sucinta de otra fortificación, frente a la que hubo en el alto de las rocas frente al pueblo (el castillo del Mesa) del que nada queda sino el registro en los documentos mediavales de sus existencia.
Pero además de esos soberbios edificios, están los pequeños y humildes, hermosos siempre: están los molinos, de los que Alonso Concha va refiriendo todos los que encuentra. En ruinas la mayoría, y en desuso todos: singular es el de la Barbarija en Turmiel, aunque en Mochales aún queda otro con sus tolvas, sus cárcavas y su maquinaria completa. Más abajo hay uno que se transformó en Central Hidroeléctrica, y aún sigue funcionado como tal. Algunos se utilizaron como tal. algunos se utilizaron así: pioneros de la electricidad en este remoto valle, cuando el mundo era tan roussoniano que las bombillas sacaba su fulgor mágico de las alegres aguas de este arroyo.
Además refiere nuestro guía dónde hay ermitas. Tal la de Pálmaces, termino de turmiel, en lo alto de una peña. Allí subí yo un día, y me dequé asombrado de que en lugar tan remoto y frío quedara en pie un mediaval edificio con trazas de estilo romántico. Ya no va nadie a ella. Está la de San Juan, en Establés o la preciosa y bien arreglada de San Pascual Bailón, cerca de Mochales. No olvidemos de visitar las ermitas de los Pastorcillos y Nazareno en la capital del Valle, villel de Mesa>
Por el campo, por los cruces en cualquier sitio, aparecen en el valle del Mesa los pairones, esos "faros de la nieve" que sirvieron en siglos pasados para orientar al caminante sobre los nevados páramos del Señorío. En el valle del Mesa, donde no hace tanto frío como en la meseta, sirven para rezar a las ánimas, que es el verdadero origen de estas señales. Sobre las gradas de piedra la capillita donde se alberga una cerámica pinta que nos pide una oración a San Roque, a la Virgen, a las Ánimas Benditas del Purgatorio, entre las que siempre, todos, reconocemos a nuestros parientes, a los que tratamos de sacar de las llamas como sea. Aquí es facil: basta con fijarse en el monolito, mirar a su remate, y santiguarse.
El rito de caminar se ejerce en el valle del Mesa con toda fidelidd. Es un sitio para ir en primavera o en verano incluso. La naturaleza está dispuesta a entusiasmarnos, sin pedir a cambio otra cosasque el repeto por cuanto encontramos en ella.
LA AVELLANEDA.
Para terminar el libro de Alonso Concha que es ya, desde hoy una joya imprescindible en cualquier biblioteca molinesista, nos explica qué es la Avellaneda. Muchos la habrán visto, cuando al llegar a Anquela del Ducado, con paciencia y precaución, porque la curva es mala, toman la carretera que sube hacia Labros y Milmarcos.
La Avellaneda es una finca que mandó levantar don Calixto Rodríguez, allá por los finales del siglo XIX, y alberga la primera fábrica que él montó (fundador, director y dueño de la Unión Resinera) y poner una casa de vivienda para sí y su familia. Como había estado mucho por Francia y Bélgica, mandó a sus arquitectos que la construyeran en estilo centroeuropeo. Y así salió. Está abrigada por montañas y bosques, frondosas selvas de robles, que le dan en toda época un cariñoso color doméstico. Y los edificios, al decir de quienes los han visto de cerca -cosa difícil para el común de los mortales- son preiosos, llenos de detalles sorprendentes. La Avellaneda es un símbolo de lo que hoy es el Señorio de Molina una maravilla antigua, en proceso de ruina, en la que nadie se fija. Ellos se lo pierden
(Crónica en el diario de Nueva Alcarria, viernes, de Febrero 2009, pág. 35 <Antonio Herrera Casado)
ANDANDO POR EL RÍO MESA.
"Quizas aprovechando los fastos turísticos de Fitur, pero sin ver con ella, ha salido a la luz un libro que brinda la posibilidad de conocer mejor una parte escondida, y que a todos encantará, en imágenes sobre todo: una perspectiva impresionante y muy particular sobre esta comarca del extremo nororiental de la tierra guadalajareña, integrado hoy en el Señorío de Molina, aunque siempre cabalgó entre sus señores, los duques de Medinacili, los reyes de Aragaón... una tierra de frontera, dinámica y aún viva.
EL LIBRO DEL MESA
Es su autor el profesor Teodoro Alonso Concha, que se ha pasado una larga temporada caminando en detalle, paso a paso, esta comarca del Mesa. Su título es ""VALLE DEL MESA" y la editorial que lo ha sacado a flote es Mediterráneo que está consiguiendo una espectacular colección de libros-guía sobre pueblos comarcas y rutas de Castilla, y que en Guadalajara ha puesto sus miras con verdadero éxito. El libro consta de 6o páginas en gran tamaño, y además del texto, conciso y seguro, ofrece una montaña de fotografías a color, muchas de ellas a doble página.
EL RECORRIDO POR EL RÍO MESA
El recorrido por el curso del río Mesa se inicia en las proximidades de Selas, un pueblo pinariego del Señorio de Molina. Enseguida baja de los cerros en que nace (marcados con una placa de marmol en el sitio justo en que mana) y llanea levementte junto a Anquela (del Ducado) para enseguida torcer hacia el norte bajo unos abruptos roquedales, y ya entre bosques densos de sabinas, encinas y robles, atravesando la finca de la Avellaneda, corre hacia Turmiel, deja a la derecha en alto a Establés, y ya por el término de Anchuela (del Ducado tamibén) para meterse en su primera hoz, espectacular aunque siempre solitaria, porque solo se la puede recorrer andando, no pasa carretera alguna por ella.
En esa hoz del alto Mesa, destacan dos referencia que todos quienes las ha visto. Una en la Peña Coba (que por cierto sirve de imagen del del libro) y otra es el Tormo Melero. La primera, un roquedal enpringuruchado de tonos rojos aunque es calizo, y el segundo una gran atalaya picuda, de más de 25 metros de altitud, en cuya parte que la hace parecer una gitantesca aguja de coser.
Por estos lares junto al río que es siempre arroyo, y entre los ricos, va discurriendo sin pausa el viajero. entre el puente que le cruza, -término de Turmiel- por donde dejando la carretera se inicia el recorrido a pie, hasta Mochales, barranco abajo, hay una cuatro horas y media de paseo. Hay que saberlo, para escoger un día largo, tranquilo sin alteraciones meteorológicas, y con el cuidado de que alguien esté esperando en el extremo final del trayecto.
En Mochales se abre el valle del Mesa, que entre ancho y generoso hasta Villel, donde llama la atención su castillo, su callejeo empinado y sus palacios antiguos, y poco más allá, aparece Algar, que barrunta lo que viene después, porque el río se encajona a partir de este que es el último pueblo de Guadalajara, y sigue por Calmarza hasta Jaraba e Ibdes (de Zaragoza estos tres últimos) atravesando un desfiladero rocoso que sin duda debe figurar entre los más importantes de España. Tierra del buitre leonado, hasta un centenar de parejas se contabilizaron el año pasado por estos pagos.
A PIE Y EN COCHE
El autor de esta excursión plasmada en libro, el profesor Alonso Concha, que hace poco más de un año nos regalo también otro memorable, la Arquitectura Popular de Tierra Molina se conoce, lógicamente, al dedillo esta tierra. Nacido en Tartanedo, es el mejor guía para llevarnos seguros. Yo, que soy amigo suyo desde hace unos cuantos decenios, puedo asegurar que lo que cuenta lo ha vivido, y eso es lo que en parcimonia teje y desteje en sus páginas. Nada queda por ver y recomendar.
El coche se hace el recorrido desde Selas y Anquela hasta Turmiel. Y de allí, antes justo de cruzar el río por un puente que sigue hacia Establés y Anchuela, nos ponemos a andar. El camino sigue por la orilla izquierda del río, aunque la excursión, que ya he dicho antes que es largo para entusiastas entrenados, deberá planificarse con intención de tener que cruzar el río por la orilla a veces se cortan a pico por la rocas.
La tercera parte del camino, desde Mochales a Algar, se puede hacer en coche. Los más puritas irán a pie, porque este valle que corre hacia el Ebro, y por lo tanto va buscando las playas y las agua del Mediterraneo, tiene tantas perspectivas que disfrutar que en cada recodo hay algo nuevo: un molino, un pairón, una ermita....
MOLINOS, PAIRONES Y ERMITAS
Teodoro Alonso nos cuenta, en brevedad llena de sabiduria, los elementos "menores" que el patrimonio de esta tierra nos brinda. Empieza mencionado los castillos, que para nuestro aasombro son varios: en un recorrido relativamente corto, atravesando media docena de pueblos, podemos ver otros castillos, castilletes o viejos y semiderruidos torreones. Tiene su explicación esta circunstancias, porque el valle del Mesa fue tierra de frontera muchos siglos. Era el lugar donde chocaban, más que se saludaban, los dos reinoss claves de la península ibérica: Castilla y Aragón. Asi vemos una vieja torre en término de Turmiel, (en el pueblo lo que hay es un palomar, en lo más alto, aunque yo creo que en tiempos fue también torre defensiva) un castillo -el de la "mala sombra"-en Establés, igual como el de Mochales (donde no olvida el viajero menciar la casa del médico misterioso que habitó entre las rocas de la parte alta del pueblo en tiempos de después de la guerra), la valiente silueta del castillo de Villel, el mas poderoso del valle feudo de los Funes, y las piedras que entre casas quedan en Algar, memoria sucinta de otra fortificación, frente a la que hubo en el alto de las rocas frente al pueblo (el castillo del Mesa) del que nada queda sino el registro en los documentos mediavales de sus existencia.
Pero además de esos soberbios edificios, están los pequeños y humildes, hermosos siempre: están los molinos, de los que Alonso Concha va refiriendo todos los que encuentra. En ruinas la mayoría, y en desuso todos: singular es el de la Barbarija en Turmiel, aunque en Mochales aún queda otro con sus tolvas, sus cárcavas y su maquinaria completa. Más abajo hay uno que se transformó en Central Hidroeléctrica, y aún sigue funcionado como tal. Algunos se utilizaron como tal. algunos se utilizaron así: pioneros de la electricidad en este remoto valle, cuando el mundo era tan roussoniano que las bombillas sacaba su fulgor mágico de las alegres aguas de este arroyo.
Además refiere nuestro guía dónde hay ermitas. Tal la de Pálmaces, termino de turmiel, en lo alto de una peña. Allí subí yo un día, y me dequé asombrado de que en lugar tan remoto y frío quedara en pie un mediaval edificio con trazas de estilo romántico. Ya no va nadie a ella. Está la de San Juan, en Establés o la preciosa y bien arreglada de San Pascual Bailón, cerca de Mochales. No olvidemos de visitar las ermitas de los Pastorcillos y Nazareno en la capital del Valle, villel de Mesa>
Por el campo, por los cruces en cualquier sitio, aparecen en el valle del Mesa los pairones, esos "faros de la nieve" que sirvieron en siglos pasados para orientar al caminante sobre los nevados páramos del Señorío. En el valle del Mesa, donde no hace tanto frío como en la meseta, sirven para rezar a las ánimas, que es el verdadero origen de estas señales. Sobre las gradas de piedra la capillita donde se alberga una cerámica pinta que nos pide una oración a San Roque, a la Virgen, a las Ánimas Benditas del Purgatorio, entre las que siempre, todos, reconocemos a nuestros parientes, a los que tratamos de sacar de las llamas como sea. Aquí es facil: basta con fijarse en el monolito, mirar a su remate, y santiguarse.
El rito de caminar se ejerce en el valle del Mesa con toda fidelidd. Es un sitio para ir en primavera o en verano incluso. La naturaleza está dispuesta a entusiasmarnos, sin pedir a cambio otra cosasque el repeto por cuanto encontramos en ella.
LA AVELLANEDA.
Para terminar el libro de Alonso Concha que es ya, desde hoy una joya imprescindible en cualquier biblioteca molinesista, nos explica qué es la Avellaneda. Muchos la habrán visto, cuando al llegar a Anquela del Ducado, con paciencia y precaución, porque la curva es mala, toman la carretera que sube hacia Labros y Milmarcos.
La Avellaneda es una finca que mandó levantar don Calixto Rodríguez, allá por los finales del siglo XIX, y alberga la primera fábrica que él montó (fundador, director y dueño de la Unión Resinera) y poner una casa de vivienda para sí y su familia. Como había estado mucho por Francia y Bélgica, mandó a sus arquitectos que la construyeran en estilo centroeuropeo. Y así salió. Está abrigada por montañas y bosques, frondosas selvas de robles, que le dan en toda época un cariñoso color doméstico. Y los edificios, al decir de quienes los han visto de cerca -cosa difícil para el común de los mortales- son preiosos, llenos de detalles sorprendentes. La Avellaneda es un símbolo de lo que hoy es el Señorio de Molina una maravilla antigua, en proceso de ruina, en la que nadie se fija. Ellos se lo pierden
(Crónica en el diario de Nueva Alcarria, viernes, de Febrero 2009, pág. 35 <Antonio Herrera Casado)