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VILLEL DE MESA

COMPARTE CON LOS TURISTAS SUS MEJORES RECUERDOS

PASCUALA SANZ "LA BLANCA", UNA VIDA SENCILLA Y DE AMOR A LOS DEMÁS.

(Corresponsal HERMENGILDO PEDRO LARRAD PEREZ, Nueva Alcarria, 18 de junio 1999.)

Cuando el viajero llega a Villel de Mesa queda maravillado por su hermosura arquitectónica y armoniosa variedad de contrastes históricos que el paso de los siglos nos han ido legando. El valor del patrimonio del pueblo, después de haber pasado unos días conviviendo con sus habitantes, se encuentra sin embargo en las personas, que envuelven al visitante con su hospitalidad.

Sientes la sensación de que estás recobrando aquello que necesitas, sobre todo paz interior y serenidad. El silencio te invita a percibir el cántico de las aves, a contemplar los floridos rosales de la Plaza Mayor y los campos sembrados que conducen hasta el Pozo Galano.

Al visitar el pueblo, subiendo por la calle del Horno, me encontré a Pascuala Sanz, una persona sencilla, cariñosa y acogedora que me ofreció su casa y compartir, en animada charla, los mejores momentos de su vida.

Amante de sus flores, Pascuala está llena de recuerdos. En su camedor tiene una vela encendida a la imagen de San Martín de Porres al que agradece haberse salvado de una grave enfermedad. Se emociona al hablar y sus ojos se llenan de lágrimas al recoerdar a tantas personas como ha querido. Tiene una fotografía de su hermano Manolo, "El Centeno" al que recuerda cada día y cuando habla de su madre se percibe la ternura de una buena hija. "Pasaron por la vida haciendo el bien", es el resumen que hace la vida de ambos, "pues cuanto tuvieron lo dieron y nada hay más grande en las personas".

Así de sencilla y entregada a los demás es Pascuala, "la Blanca", la llaman. Me despididó con un fuerte abrazo que une y que siempre guardaré porque en él tendré siempre el recuerdo del valor que tienen personas como Blanca. Hay un proverbio árabe que dice que cuando una persona muere se quema el mejor libro de la biblioteca y así pasará con Pascuala. Su vida esta cultivada de esos grandes valores que posiblemente nunca quedarán en las páginas de los libros, pero que si dan testimonio de vivir la alegría en la humildad, en la sencillez y sobre todo con un gran cariño que nace de la Fe que a su forma de ser Dios le ha concedido.

Pude contemplar otros lugares históricos de Villel, pero para mí ya no eran tan importantes, porque me di cuenta que el valor de un pueblo no está en su patrimonio, sino en sus personass que llevan una vida sencilla y que son modelo para los demás.