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VILLEL DE MESA

MIRADA ATRÁS DE LOS AFILADORES,

Durante siglos recorrieron los pueblos de esta tierra caminando tras su rueda de afilar y tocando su carismática armónica.

Decir afilador es referirse a uno de los oficios más característicos del mundo rural gallego. Procedente del norte de la provincia de Orense, encontramos una fusión entre el buen saber técnico y el oficio itinerante. La ocupación de los afiladores gallegos los llevó por el mundo ejerciendo una peculiar forma de emigración estacinal. Hay constancia según los historiadores gallegos de la existencia de afiladores ambulantes en dichas tierras desde hace más de tres siglos. Es por lo tanto, un antiguo oficio que resistió las inclemencias de la propia historia pasada gracias a la tenacidad de estos hombres curtidos en las más duras condiciones laborales, familiares y personales de cada época. Oficio de los mejores antropólogos, tras haber estudiado sus costumbres humanas y andanzas, sitúan como una herenencia de los mecaderes celtibéricos y trashumancia generalizada, entre las muchas actividades mediavaels que se realizaban por tierras de toda la península y fuera de ella.

Pero si algo nos atraía de este carismático oficio de afilador itinerante a los niños que así lo vivimos en algún pueblo eran sus chiflidos. Presencia sonora a tavés de su pequeña melodía inconfundible hasta para los perros, que respetaban su llegada. Caminar por la empedradas y tortuosas calle de cada localidad en la que entraba ofreciendo su buen y afilado oficio. Impresionar del mismo modo a la chiquillería castellana, como a mí lo hizo en su día. Ver como si de una estela de cohetes de fiesta en la nocturnidad de la fiesta se tratara. Observábamos atónitos aquellas chispas que emanaban de las hábiles manos del afilador, procedentes de las ruedas de piedra al contacto con el metal. Unas chispas que según salían al instante desaparecían mientras pedaleaba.

Fue hacia la segunda mitad del siglo XX cuando la emblemática "tarazana" fue sustituida por herramientas más modernas. Es deccir, sus piedras pasaron a estar provistas de un eje único instalado o montadas sobre una buena bicicleta, y de esta manera el afilador podía pedalear sin desplazarse. Con este pedaleo estático en bicileta además de su rueda trasera, mediante un sistema de engranajes y cadena, hacía girar un torno con el que afilaba aquellos objetos que el roce había desgastado. La bicicleta dejó paso con la era del motor a la motocicleta, en la que iba incorporada dicho torno mecánico con sus diferentes piedras de afilar. Pasó a tener gran clientela, por lo tanto su vida fue mejorando mucho. También se dice de estos viajeros afiladores que incluso llegaron a crear un idioma propio, denominado "Barallete". Una especie de jerga de grupo usada sólo para hablar entre ellos y que servía para preservar los secretos de su oficio. Dialectos que no son extraños, se usaron en tratos y comentarios entre otros gremios que de la misma manera desarrolaron en mercados y en el medio rural. Según fue avanzando el pasado siglo, los afiladores urbanos tendieron a establecerse en comercios dentro de algún recinto de mercadería o en locales a pie de la calle. Estos comerciantes comenzaron a tener doble función: un lugar donde ofrecer sus servicios de afilar cuchillos, tijeras y otras herramientas ded corte, así como punto de venta de estos y otros utensilios....................
(crónica en Nueva Alcarria, pag. 33, viernes 24 de junio 2011, F. Lozano Gamo)