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VILLEL DE MESA

Falleció el villelero Pedro Ruiz García en Madrid

Un viernes más hay que hablar de fallecimientos, esta vez de Pedro Ruiz García. Esposo de Alicia Gimeno Berrueco, murió a los 72 años. En agosto hubiera celebrado con los villeleros un año más, como siempre hacía. El recordar a las amistades, es hacer presente todos los buenos testimonios que nos van dejando.

Y dado que la anterior crónica también iba llena de dolor, pensé que sería bueno bañar nuestras vidas junto al caudal de agua de nuestro río Mesa, y que todos al final vamos en busca del mismo mar.

Desde los viejos griegos, el río es metáfora del tiempo. Diversas aguas fluyen para los que entran en los mismos ríos. Pero en la cultura hispánica, el río es también la metáfora más popular de la aventura humana. Lo es por mérito de las celebres Coplas de Manrique. "Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar/ que es el morir".

La metáfora de la vida como un río es atractiva, pero desmesurada: es difícil imaginar una vida con la opulencia y la belleza del amazonas o, incluso, del Ebro. Una vida larguísima, repleta de experiencias caudalosas, con muchos afluentes enriquecedores, destinada a un itinerario progreso constante. Es difícil imaginar una vida que cambie formidables de satisfacciones personales, con una enorme influencia sobre el entorno. Cuando más territorio recorre, más beneficios reparte, el río; más selvas o bosques alimenta, más desiertos reconvierte, más diversidad biológica acoge, más cosechas favorece. No imagino vidas humanas de este caudal benefactor. Ciertamente, no son pocos los humanos de empuje formidable; campeones del progreso, creadores de belleza, promotores de riqueza, héroes de justicia y la piedad. Pero el bien que procuran es intencionado: es hijo de la ambición, la vocación o del sentido ético. Los ríos, en cambio, son indiferentes. No tienen moral, ni objetivo ni ambición. Nada distingue la fertilidad que provocan los terremotos. El río tiene la libertad del mundo para abandonarse hacia el mar y, al mismo tiempo, no tiene otra obligación que abandonarse hacia el mar. Ninguno de los dilemas morales a los que se enfrenta la condición humana altera a los ríos.

Y mirando y contemplando el cauce del río Mesa, me viene a la memoria aquella letrilla aragonesa. El Ebro guarda silencio/ al pasar por el Pilar/ la Virgen está dormida / y no la quiero despertar. Así pasan nuestras vidas, por muchos puentes, pero al final vamos todos al mismo mar, guardan aquel silencio que otros recordaran.

Que Pedro descanse en paz, por la misericordia de Dios.