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VILLEL DE MESA

CINCUENTA AÑOS DE CURA EN VILLEL

He dudado entre dos temas para esta Brújula: el de la ya famosa concejala socialista de Los Yébenes, modelo de progresía para algunos y ejemplo de esposas, madres y maestras de párvulos (?), y la propuesta de la presidenta Cospedal, de reducir a la mitad los diputados regionales y suprimir el sueldo. son temas de los que atraen lectores, pero se ve que he perdido redaños con la edad, y eludo complicaciones. Y las tendría. Porque de la concejala deshinbida no me atrevería a decir lo que pienso, y de la proposición cospedaleña tampoco, porque perdería la amistad de algún amigo, diputado, aunque coincidiría con la mayoría de los ciudadanos. Así que me he inclinado por un tema más nuestro, más provincial, también más rural y, por tanto, más entrañable para mi, y quizá también para muchos de mis lectores. Y es que que preferido escribir sobre los 50 años que va a cumplir en octubre D. enrique Herranz Martínez como párroco de Villel de Mesa y encargado de Mochales, Algar y Amayas. Y de Sisamón, de la diócesis de Tarazona. No está mal esta tarea para un sacerdote que, excepcionalmente, sigue en ejercicio a pesar de sus 80 años. No tengo la satisfacción de conocerle, y quizá le recuerden en Castilmimbre y Viñuelas, donde ejerció a finales de los cincuenta. Pero me imagino el contraste de costumbres y paisaje entre lo que encontró al llegar al Valle del Mesa hace 50 años, y los cambios que el medio rural ha experimentado desde encontonces. Por lo pronto, villel tenía entonces 666 habitantes y ahora 150; sólo se podía llegar por Molina y Amayas, y ahora hay carretera desde Maranchón por Codes con salida hacia por Calmarza, lo que entonces no había. Coincidió durante años con el famoso médico "El Tararí", de Mochales, al que entonces creyeron oficial del Ejército de Hitler refugiado en el Valle del Mesa en la diáspora nazi de la posguerra. Don Enrique y El Tararí no tendrán mucha amistad, dadas las rarezas de éste, que llevaron a vivir en una caverna de la montaña. El valle era entonces un auténtico vergel, y lo fue hasta que la emigración restó brazos jóvenes. Medio siglo justo en el mismo lugar bendiciendo bautizos, bodas y entierros le habrán confirmado a don Enrique que la vida es sólo, como dijo Séneca, un caminar hacia la muerte; un entramado de placeres intentando orientarlo por el camino de la fe. Me sumo a sus homenajes.

Crónica de Luis Monje Ciruelo, "La Brujula". Viernes 14/09/2012, pág. 18 Pueblo a Pueblo