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VILLEL DE MESA

NUESTROS PUEBLOS: ¿mejor antes o mejor ahora?

En los momentos de dificultad económica el futuro de algunos es todavía más incierto, por eso es importante que la gente emprenda nuevos proyectos y apueste por ellos.

Los alcarreños se nos parte el alma al comprobar la creciente despoblación de un gran número de pueblos de nuestra provincia. Hecho tan funesto doloroso "nos arranca lágrimas -que dijo el poeta-, que nadie verá". Y nos preguntamos: ¿Cómo es posible que pueblos centenarios o milenarios que han aguantado guerras, epidemias, pérdidas de cosechas, hambrunas y penurias horribles, a lo largo del tiempo, desaparezcan en la era de la opulencia?. Sabemos por la historia que hubo siglos en los que la evolución demográfica sufrió caídas profundas, como entre 1350 y 1450. Nombres como Valderreros, Conchuela, Cabanillas, Aldovera, Vallada, Santa Cruz (Edad Media), Hontanillas, Villaescusa (s, XX) etc, eran los nombres de pueblos vivos; por consiguiente "nada hay nuevo bajo el sol".

Los que hemos nacido y nos hemos criado en un pueblo, la vivencias de nuestra infancia han engrendado en el corazón recuerdos amorosos imborrables. Es cierto que si recordamos la vida en los pueblos alcarreños hace 50-60 años, vemos que tenían unas extructuras y unas formas de vida bastante diferentes a las actuales. Era gente de recia urdimbre; hijos de hombres de sol y cierzo; "todo el día trabajando solos" -como canta el cabrero; hijos de madres curtidas en el silencio, mujeres de pocas letras, mujeres de hogar y rezos. Su economía agropecuaria era más bien de subsistencia, frágil y vulnerable, natural y familiar. La sociedad tenía como base la familia con una cultura oral y antigua; ella era la célula por excelencia de la reproducción biológica, económica, ideológica y social.

¡Cuánto significaban para ellos ideas y expresiones como "mi casa, mis hijos, mis tierras, lo que Dios quiera..." La mujer se encargaba de la crianza de los niños y dirigía la vida familiar doméstica; el hombre, esposo y padre, se dedicaba a las faenas agrícolas y ganaderas; los chicos entraban en el mundo laboral del padre; las chicas estaban bajo la tutela de la madre, pero todos ayudaban siguiendo una tradición de siglos.

El individuo era modelado por la religión cristiana. La gente vivía adaptada, a veces con sufrimiento, al duro trabajo, a la falta de higiene, a la carencia de cultura, sin una buena sanidad, incluso sin agua potable en algunos lugares, obligados a desplazarse al río, a varios kilómetros, para suministarse de ella. El agua se calentaba en la lumbre. Los medios modernos de transporte eran malos, pocos o nulos. El sol el canto del gallo regulaban el horario, porque sólo una minoría tenia reloj. Para algunas familias la caza suministraba la carne, porque comprarla era lujo para ellos. No siempre consumían los huevos, quesos o jamones, sino que los vendían y eran ayuda para el ahorro campesino. Se acostaban pronto; eran madrugadores.

¡Que entrañables las noches de invierno junto al amor de la lumbre!. en lugar preferente los abulos y los niños. ("Media vida es la candela -decian- pan y vino la otra media").

En la década de 1960 la sociedad española fue lentamente cambiando económicamente y en otros aspectos de la vida; entró en una era de transición; fue pasando de aquel mundo rural anterior, aislado, atrasado, pobre, a formas de vida del mundo urbano, burgués, con unos cambios trepodantes y unos inventos tecnológicos impresionantes. Ese mundo era cada vez más atractivo, sobre
todo, para la gente joven. Se empieza a producir -cada vez creciendo más- el absentismo del campo y la emigración hacia las ciudades españolas y hacia el extranjero. Por otra parte, nada imprevisto. (Tuve ocasión de ver en París, en 1967 una exposisión sobre Francia en el año 2000 y había tambien mapas de España, en los que se señalaban ya las zonas donde se concentraría la población rural).

Fueron cambiando los mecanismos reguladores de la población, la mentalidad de la gente, los medios de transporte, de explotación del campo, la modernización de la vivienda, el acceso a la Universidad y a la Formación Profesional; se ganaba más y aumentaba el consumo de productos y el bienestar. Se había llegado a "la era de las vacas gordas". A lo largo de varias décadas nuestros pueblos experimentaron una gran transformación. ¡Alegría!.

Pero dice el refranero que "no es oro todo lo que reluce". De la austeridad anterior pasamos al despilfarro y los excesos se pagan. Las deudads aumentaron, los ingresos disminuyeron, se disparó el paro de nuevo volvieron "las vacas flacas". En los años cincuenta casi todo se guardaba por si hacia falta. Era la época del "guarde, guarde". Hoy es "compre, compre", que ya hay otro modelo nuevo. Hoy las cosas se consiguen fácilmente y no se valoran.

El absentimo campesino trabajo consigo la agonía y muerte de muchos de nuestros pueblos; otros, habitados ahora por unos pocos jubilados, se encuentran sin jóvenes, sin niños, sin maestros, sin curas, sin médicos, sin labradores, sin pastores; otros recuperan vida los fines de semana, fiestas y vacaciones. ¡Algo es algo!. dicen algunos y se contentan con ello;" cuando no hay pan -dice el refrán- buenas son tortras".

Otro problema que se les viene encima es que los robos son cada vez más frecuentes, especialmente en naves agrícolas, construidas en las eras de los pueblo, donde guardan aperos de labranza, tractores, cosechadoras, que tanto dinero les ha costado a los pocos agricultores que quedan.

El futuro de estos pueblos es incierto y preocupante para sus pocos vecinos.

Unos se quedarán sin habitantes, no tardando; otros tendrán vida en verano y fines de semana, pues siempre hay gente que busca y ama el silencio, la paz, el contacto con la naturaleza, el carño de sus antepasados. Pienso que es necesario que nuestros adolescentes y jóvenes se encariñen con nuestros pueblos, con sus tradiciones, con su historia, con su paisaje, con su futuro y sepan descbrir e identificarse con los valores, experiencias y sabidaría de los antiguos -que no todo era ignorancia y atraso-. Así podrán surgir creadores de proyectos interesantes. Necesitabamos hombres y mujeres jovenes con ilusión, con imaginación, que sepan crear fuentes nuevas de riqueza; jóvenes inteligentes, honrados, entusiastas y preparados. La llave que puede abrir la puerta de ese nuevo horizonte es la Educación -la mayor riqueza de una sociedad con futuro-; aunque dijo Ortega y Gasset: "El fruto de la simienza tarda en granar" y como dice el filósofo F. Savater: "No habrá educación si no hay verdad que transmitir". Para que la socidad rural tenga un porvenir consiste y bueno, tienen que surgir esos promotores de riqueza, de bienestarm ¡, bien formados, porque la España apoltronada, pícara, fanátizada, zafia, la España sumergida en la estrategia del pelotazo y sálvase quien pueda, creará un pais atrasado, infravalorado, insolidario y en ruinas.

Si lamentamos que lo peor del mundo antiguo es que la gente-dicen los historiadores- era muy esclava; lo peor del mundo moderno -advierte los psigólogos- es que la gente se convierta en fanática, loca, insolidaria y robotizada.

¡Ojalá, que entre la escoria de la opaca oscuridad, vuelvan las mujeres y los hombres modernos con la solera de aquellos valores de nuestros abuelos: la honradez, el esfuerzo, la fe, el amor a los padres, la ternura, la lealtad, el patriotismo, la paz!...

¡Ojalá vuelva a brillar la esperanza que aunque es el pan del pobre, es por sí misma una felicidad y como dijo el poeta romano Ovidio: "la esperanza hace que agite el náufrago sus brazos en medio de las aguas, aún cuando no vea tierra por ningún lado!".
(Nueva Alcarria, viernes 13 de Septiembre 2013 pág. 25 Pueblo a Pueblo, Ricardo Murillo y Murillo, Catedrático.