AQUEL VERANO DE 1983 EN LOS ALTOS DE AYLLÓN
Aquel automóvil circulaba en dirección a Soria, era la fecha de la primera semana de agosto, de mil nueve cientos ochenta y tres, quizá fuera el amanecer de un martes, cuando en Los Altos de Ayllón sobre las tres de la madrugada, el conductor del coche, SEAT, 131, empezó a notar que unas ráfagas de luz, le hacían difícil el conducir, temiendo sufrir un deslumbramiento, como conductor nocturno, no pensó en nada raro, al principio se creía que era la luz de alguna cosechadora, que en aquellos tiempos circulaban por la noche, hasta que los cereales se enfriaban, y entonces dejaban de cosechar, y no le dio mucha importancia, entonces miro a su alrededor, y no consiguió ver nada que le hiciera salir de sus dudas. Por un momento pensó, quizá sea la luna que se haya reflejado en la carrocería de mi coche, pero no tardo en salir de dudas, de nuevo volvió aquella penetrante luz a meterse dentro del compartimento del coche, entonces el conductor viendo un ensanche con salida de parada de autobús, en la dirección contraria, se trato de meter allí, sin muchos problemas, y sin dudarlo salió del coche para ver el fenómeno que le seguía, de momento lo que el comprobó, que ni los grillos y chicharas cantaban, cuando era el mes caluroso donde sus sonidos eran permanentes. Al estar fuera del coche, vio que la luz se acercaba muy deprisa y en horizontal, de momento pensó que podía ser un helicóptero, que se encontraba de maniobras, más al comprobar que se abalanzaba sobre su coche se lanzo al suelo y se oculto detrás de la parada del autobús, que era de ladrillo, al lado de la carretera. Sin pensarlo dos veces se tiro cuerpo a tierra, al mismo tiempo que comprobaba, como su coche sin meter ningún ruido, era levantado del lugar, por esa luz tan potente, que no dejaba ver cuál era lo que estaba detrás, el conductor se quedo mudo de la impresión, no se lo pasaba a creer lo que le había pasado, pensó que estaba soñando que aquello no era posible, por un momento se toco sus manos y cara restregándose, sin entender el por qué de aquella fatídica noche. Pensó si esto lo denuncio, me llamaran loco o borracho, y ni una cosa ni otra el conductor era un hombre responsable, lo mejor sería tratar de buscar el coche por las buenas, para no dar oídos a sordos, estuvo el conductor durante más de una hora, sin ver a nadie en la carretera, hasta que por fin el dueño de un automóvil Renault, que pasaba por allí le hizo el favor de recogerle, el conductor del coche elevado, solo le dijo al dueño del coche que le recogió, que él pensaba que se lo habían robado, cosa que le pareció normal al dueño del coche, que le había recogido en la carretera. De camino hacía Soria, una vez bajados los Altos de Ayllón, el ambiente parecía más normal, los árboles y los campos daban como un poco más de tranquilidad, que al parecer el conductor del coche elevado, presentía que su coche podría estar más cerca, como así ocurrió, pasado Peñalba de San Esteban, en un rastrojo pegando a la carretera, vio como los cristales del SEAT, brillaban en aquel ambiente todavía nocturno, le mando parar a el dueño del coche Renault, para apearse y darle las gracias por su buena ayuda, sin explicarle la verdadera historia que acababa de sufrir, cuando estuvo dentro del coche, no sentía nada raro, solo que le faltaban algunos adornos y unas gafas de sol que tenía en la guantera, cosas de poco valor, pero el caso era tan raro, que una vez que su coche SEAT estuvo en marcha, pensó, lo mejor será callarme la boca, no quiero que digan que estoy tarado o loco. Y si mi esposa la cuento esto, me llamara iluminado y tonto, mejor seguir callado que no hacer ninguna referencia. G X Cantalapiedra.
Aquel automóvil circulaba en dirección a Soria, era la fecha de la primera semana de agosto, de mil nueve cientos ochenta y tres, quizá fuera el amanecer de un martes, cuando en Los Altos de Ayllón sobre las tres de la madrugada, el conductor del coche, SEAT, 131, empezó a notar que unas ráfagas de luz, le hacían difícil el conducir, temiendo sufrir un deslumbramiento, como conductor nocturno, no pensó en nada raro, al principio se creía que era la luz de alguna cosechadora, que en aquellos tiempos circulaban por la noche, hasta que los cereales se enfriaban, y entonces dejaban de cosechar, y no le dio mucha importancia, entonces miro a su alrededor, y no consiguió ver nada que le hiciera salir de sus dudas. Por un momento pensó, quizá sea la luna que se haya reflejado en la carrocería de mi coche, pero no tardo en salir de dudas, de nuevo volvió aquella penetrante luz a meterse dentro del compartimento del coche, entonces el conductor viendo un ensanche con salida de parada de autobús, en la dirección contraria, se trato de meter allí, sin muchos problemas, y sin dudarlo salió del coche para ver el fenómeno que le seguía, de momento lo que el comprobó, que ni los grillos y chicharas cantaban, cuando era el mes caluroso donde sus sonidos eran permanentes. Al estar fuera del coche, vio que la luz se acercaba muy deprisa y en horizontal, de momento pensó que podía ser un helicóptero, que se encontraba de maniobras, más al comprobar que se abalanzaba sobre su coche se lanzo al suelo y se oculto detrás de la parada del autobús, que era de ladrillo, al lado de la carretera. Sin pensarlo dos veces se tiro cuerpo a tierra, al mismo tiempo que comprobaba, como su coche sin meter ningún ruido, era levantado del lugar, por esa luz tan potente, que no dejaba ver cuál era lo que estaba detrás, el conductor se quedo mudo de la impresión, no se lo pasaba a creer lo que le había pasado, pensó que estaba soñando que aquello no era posible, por un momento se toco sus manos y cara restregándose, sin entender el por qué de aquella fatídica noche. Pensó si esto lo denuncio, me llamaran loco o borracho, y ni una cosa ni otra el conductor era un hombre responsable, lo mejor sería tratar de buscar el coche por las buenas, para no dar oídos a sordos, estuvo el conductor durante más de una hora, sin ver a nadie en la carretera, hasta que por fin el dueño de un automóvil Renault, que pasaba por allí le hizo el favor de recogerle, el conductor del coche elevado, solo le dijo al dueño del coche que le recogió, que él pensaba que se lo habían robado, cosa que le pareció normal al dueño del coche, que le había recogido en la carretera. De camino hacía Soria, una vez bajados los Altos de Ayllón, el ambiente parecía más normal, los árboles y los campos daban como un poco más de tranquilidad, que al parecer el conductor del coche elevado, presentía que su coche podría estar más cerca, como así ocurrió, pasado Peñalba de San Esteban, en un rastrojo pegando a la carretera, vio como los cristales del SEAT, brillaban en aquel ambiente todavía nocturno, le mando parar a el dueño del coche Renault, para apearse y darle las gracias por su buena ayuda, sin explicarle la verdadera historia que acababa de sufrir, cuando estuvo dentro del coche, no sentía nada raro, solo que le faltaban algunos adornos y unas gafas de sol que tenía en la guantera, cosas de poco valor, pero el caso era tan raro, que una vez que su coche SEAT estuvo en marcha, pensó, lo mejor será callarme la boca, no quiero que digan que estoy tarado o loco. Y si mi esposa la cuento esto, me llamara iluminado y tonto, mejor seguir callado que no hacer ninguna referencia. G X Cantalapiedra.