Buenas noches, amigos. De esto que os paso sabemos algo por nuestras tierras.
Los “Romances de Ciego”
Generalmente eran de autor anónimo y versaban sobre relatos de hechos más bien recientes y localizados a la época y lugar en que se recitaban, que impresionaron a las gentes por su dramatismo o truculencia, o por su desenlace trágico.
Los ciegos e inválidos solían relatar estos romances en los mercados y plazas de nuestros pueblos y ciudades generalmente cantando; a veces acompañados del típico violín, rabel o zanfona. Casi siempre mostraban también un gran tablero con las figuras del romance representadas, y cuyas escenas iban señalando con un puntero de palo.
Los romances de ciegos solían comenzar con una llamada de atención al personal similar a ésta:
"Hombres, mujeres y niños,
mendigos y caballeros,
paisanos y militares,
carcamales y mancebos.
El que ya no peina canas
porque se quedó sin pelo,
y el que el tupé se compone
con bandolina y ungüento..."
El final siempre solía ser una invitación a la compra del pliego, si les había gustado el recitado:
"Y aquí se acaba el romance
que en el pliego escrito está,
sólo dos céntimos cuesta
a quien lo quiera llevar".
Los “Romances de Ciego”
Generalmente eran de autor anónimo y versaban sobre relatos de hechos más bien recientes y localizados a la época y lugar en que se recitaban, que impresionaron a las gentes por su dramatismo o truculencia, o por su desenlace trágico.
Los ciegos e inválidos solían relatar estos romances en los mercados y plazas de nuestros pueblos y ciudades generalmente cantando; a veces acompañados del típico violín, rabel o zanfona. Casi siempre mostraban también un gran tablero con las figuras del romance representadas, y cuyas escenas iban señalando con un puntero de palo.
Los romances de ciegos solían comenzar con una llamada de atención al personal similar a ésta:
"Hombres, mujeres y niños,
mendigos y caballeros,
paisanos y militares,
carcamales y mancebos.
El que ya no peina canas
porque se quedó sin pelo,
y el que el tupé se compone
con bandolina y ungüento..."
El final siempre solía ser una invitación a la compra del pliego, si les había gustado el recitado:
"Y aquí se acaba el romance
que en el pliego escrito está,
sólo dos céntimos cuesta
a quien lo quiera llevar".