Esta construcción, que popularmente se atribuye a los templarios, pudo situarse sobre algún
santuario de época tardorrománica y visigoda. El hecho es que este
edificio inicialmente, pertenecía al
románico inercial, muy popular, de una nave y cabecera con
ábside semicircular,
portada meridional y galería porticada.
La devoción que desde hace siglos tiene la comarca de
Cantalejo por la
Ermita de la
Virgen del
Pinar no ha servido para evitar una de las más grandes adulteraciones artísticas de la provincia. Desde su construcción ha sufrido todo tipo de transformaciones, durante los siglos XVIII, XIX y XX. A instancias del clero, se decidió añadir una capa de ladrillos que recubre los vanos de las
ventanas, adulterando su sobriedad
románica.