Ni el oro incandescente de tu ingenio, ni el integro zurrón de tus ideas, nos dan mayor consuelo y esperanza. El
pueblo esta dormido y no despierta. Todo tu deshago, dama lista, que en excéntrico
juego de palabras se prodiga, queriendo decir algo en puro intento, a la
postre ¿de qué sirve, de qué? No cura sus heridas nuestra aldea. Está débil. Sangró demasiado tiempo atrás, lentamente, y ahora su anemia es evidente. Pero ahí está tu aire y tu donaire como soplo insuficiente para alzar el ánimo y
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