Ni el oro incandescente de tu ingenio, ni el integro zurrón de tus ideas, nos dan mayor consuelo y esperanza. El pueblo esta dormido y no despierta. Todo tu deshago, dama lista, que en excéntrico juego de palabras se prodiga, queriendo decir algo en puro intento, a la postre ¿de qué sirve, de qué? No cura sus heridas nuestra aldea. Está débil. Sangró demasiado tiempo atrás, lentamente, y ahora su anemia es evidente. Pero ahí está tu aire y tu donaire como soplo insuficiente para alzar el ánimo y la vida. Esta visto que ensayas conmovida la afirmación rotunda y elocuente de cara a la florida primavera. Y está siendo el asombro en tanta espera, mientras se hace y madura la nuez, la pera y la manzana.