Tres palomares o molinos o ilusiones. Son sólo tres los que nos miran asustados y temblorosos, pero firmes, desde ahí arriba del repecho. Pero dicen que hay más, bastantes más, por toda la zona. Parecen supervivientes de una dura batalla, la de la vida. Y regresan a nosotros chorreando sangre todavía. Los tres van perdiendo sus vestiduras blancas.
Las mismas estrellas de siempre les cubren. Sigue al agudo viento afinando su canción y su figura. Despiertan todos con la diana de los gallos y el arrullo de palomas mil. Sus tesoros son de paz y de infinito al resguardo de la loma. Cerrados y dormidos surgen al día hasta que en el ocaso dilatan su corazón y se enriquecen con el oro de los últimos rayos de sol. Nos inunda esa mirada que eterniza comtemplando la sierra azul, que torna a trasmutarse en esencia única de un pueblo. Fin del día. ¿Se puede saber qué vuelos espera sin moverse?
Las mismas estrellas de siempre les cubren. Sigue al agudo viento afinando su canción y su figura. Despiertan todos con la diana de los gallos y el arrullo de palomas mil. Sus tesoros son de paz y de infinito al resguardo de la loma. Cerrados y dormidos surgen al día hasta que en el ocaso dilatan su corazón y se enriquecen con el oro de los últimos rayos de sol. Nos inunda esa mirada que eterniza comtemplando la sierra azul, que torna a trasmutarse en esencia única de un pueblo. Fin del día. ¿Se puede saber qué vuelos espera sin moverse?