PALOMARES: Aún sobreviven en su sueño de piedra o adobe algunos palomares (alrededor de cuarenta) que no han sucumbido a las fauces del tiempo y el abandono. La mayoría están cercanos a las antiguas eras de abajo, en una ladera del Arroyo del Val. También hay algunos más por los distintos extremos del pueblo, diseminados por el campo e incluso encima o en el interior de las casas. Por otra parte la torre de la iglesia podríamos considerarlo como el palomar con más abundancia de palomas. Alzados por albañiles locales a lo largo del tiempo, sobre todo en los siglos XVI y XVII, han adaptado cánones constructivos de anteriores pobladores. De modo, que los hay de planta rectangular romana y de planta circular árabe. Lo significativo es que gracias a ellos se pudo contar, de vez en cuando, con la añadidura a la comida de algún que otro palomino, sobretodo en tiempo carestía, tal como se relata en la principal obra cervantina. (Texto del libro ESTEBANVELA).