Qué extraña esta belleza inhóspita de la calle, de esta calle que asciende hacia la iglesia. No podemos comprobar si tal vacío es por el frío o el calor o la lluvia. En cualquier caso es impresionante. Hasta los muros de las casas dan un grito mudo de Viernes Santo, un alarido escueto y enlutado que rasga el velo del tempo, como a la espera de un toque de trompeta. (Ana).