Me comentó mi hermana que encontró esta página y había escrito en ella y de casualidad la encuentro. Sólo quiero dejar constancia del cariño que se le tiene "al pueblo". Comparándome con los amigos "de aquí de Madrí" que no tienen pueblo, me siento un afortunado con una infancia perfecta. No teníamos mucho (tu bici=tu independencia, y una raqueta vieja) pero los veranos empezaban el 20 de junio y terminaban con depresión y llanto el 15 de septiembre, justo el día antes de volver al cole. Han pasado años, nuestras vidas han ido cambiando y mil circunstancias hacen que pasemos más o menos tiempo por el pueblo, pero ahora que me enfrento al nacimiento de un hijo y al reto que supone su educación, sé que cuento con una serie de valores de aquellos veranos en Fuentemizarra, que podré transmitirle a mi pequeña Icíar, y que tienen que ver con la importancia de la familia, de los amigos, de la imaginación y con la poca importancia que tiene para un niño la hiper-protección y el exceso de juguetes y atenciones para que sea feliz. Por cierto Ana, me ha gustado aquello de "mirando detrás de la cortina". Muy de Almodóvar, pero real al 100%. Creo que la abuela debe seguir haciéndolo cuando oye movimiento de gente. Yo también lo haría. Un abrazo fraternal a todo el que lea estos mensajes. Jaime.