Por las calles que corríamos y saltábamos los de nuestra generación, no estaban asfaltas ni empedradas. La "Plaza" era de tierra, surcada por los regueros que hacía el agua al correr cuando llovía, en medio de la misma estaba la farola, el día caía un buen chaparrón y la tierra se empapaba bien, el que la tocara le arreaba unos calambrazos que "se le rizaban o estiraban los pelos". Había algunos que aguantaban bien el paso de la corriente y si tu pasabas por allí, tocaba la farola y te cogía de la ... (ver texto completo)