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El confesionario
Como señala Henry Charles Lea en su History of the Inquisition in Spain , entre la fijación del deber de confesarse una vez al año durante el Concilio de Letrán (siglo XIII) y la introducción del confesionario en las iglesias, la relación confesor-penitente era completamente distinta a como la entendemos hoy. éste último normalmente le declaraba sus flaquezas al cura sentado a su lado o arrodillado frontalmente, con la cara a la altura de la entrepierna clerical. A menudo se daba el caso de confesores que sentaban a las fieles en sus rodillas para proceder al sacramento, e incluso algunos que las trasladaban a su casa para darles allí confesión, como el que se lleva curro atrasado de la oficina. éstas prácticas eran, es justicia reconocerlo, desaconsejadas por los manuales de confesores, y el publicado en 1556 por Martín Azpilcueta recordaba al cura la obligación de colocar al confesante con ambas rodillas hincadas en la tierra y la cara vuelta hacia un lado, de forma que fuera la oreja -y no la boca, ni el canalillo- lo que pusiera a prueba la templanza del confesor.
En 1565 se prescribe el uso del mueble confesionario por primera vez en Valencia y Milán respectivamente, y en 1625 se prohíbe de forma explícita a los párrocos confesar en sus casas.