MUÑOPEDRO: FRANCISCO PINTOS...

FRANCISCO PINTOS

Un gran hombre, una institución; es de esas personas que marcan época, de esas que hacen cosas, que construyen los pueblos, las ciudades, que tejen también sus redes de amistades, unen a sus conciudadanos, es de los que miran por los pequeños, por los mayores; de los que miraron el pasado y vieron en él el camino del futuro y desea lo mejor para el presente.

Este hombre, que vive el presente, el ahora, cuenta con la sana manía de hacer algo por su pueblo, su gente, su entorno, etc. Puede decirse que trabaja en beneficio de los intereses de su pueblo, de la conservación de su acervo histórico, tradiciones y su propia personalidad. Sabe muy bien –como dice Julián Marías- que las ciudades son los órganos de la convivencia, del diálogo, etc., y, entre otras cosas, ha ido recuperando aquellas piezas que formaron un vía cruces, el potro de herrar, una fuente, etc., y que se hallaban por ahí desperdigadas, a lo largo y ancho del pueblo o del término municipal y reunirlas en torno a la ermita formando un pequeño parque cargado de historia. Así, a primera vista, no es más que un conjunto pétreo con cierta disposición, pero si coinciden con Francisco en el lugar, puedes sacarle alguna explicación que realmente enriquece ese trabajo y empiezas a entender el misterio que alguna de estas piedras han guardado, en su día en su sitio, después espoleadas, colocadas sabe Dios dónde, sin misión alguna o con función distinta, fuera de su lugar, fuera del fin para el que fueron labradas. Pero al fin, a disposición del hombre a quien vuelven a hablarle y acompañarle como lo hicieron siempre porque siempre formaron parte del paisaje, presenciaron el devenir del pueblo, fueron testigos de los avatares de éste y juntos deben permanecer en la tierra que les dio vida y que sea el paso del tiempo el destinatario final.

El pasado día 16 a través de un acto oficial, quedó inaugurada la “peguera”, otra recuperación más de este hombre. ¡Gracias Francisco!.

Miguel de Unamuno decía: “La memoria es la base de la personalidad individual, así como la tradición lo es de la personalidad colectiva de un pueblo. Se vive en el recuerdo y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es, en el fondo, sino el esfuerzo de nuestro recuerdo por preservar, por hacerse esperanza, el esfuerzo de nuestro pasado por hacerse porvenir”.