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NAVARES DE AYUSO: El crimen de las niñas de Navares «¿Ay Lorenza! Déjala,...

El crimen de las niñas de Navares
«¿Ay Lorenza! Déjala, Luis, no la mates». La pequeña Ramona reconoció al asesino de su hermana Lorenza a pesar de la oscuridad. El homicida golpeó con un canto a la pastorcilla hasta dejarla sin vida. Después, molesto y enfurecido por los gritos de la hermana menor, se fue detrás de ella corriendo: «¿Cállate, o te mato a ti también!». Sin pensarlo demasiado, la derribó con una piedra, cogió una mojonera y le aplastó la cabeza. Las ovejas balaban excitadas y dispersas. Perpetrado el doble crimen, Guijarro se dirigió a su casa, cenó unas lentejas y un huevo frito que le dejó preparados su madre y se acostó.

La noticia del suceso no tardó en propagarse por la mañana. Aunque era domingo, el padre de las criaturas, Tomás Martín, se levantó temprano para llenar los cántaros en el río, pero al salir de su casa un sobrino suyo le dijo que las ovejas andaban sueltas. Al llegar a la red del ganado, el aldeano se encontró con un cuadro dantesco. Primero vio a Lorenza tendida junto al saco de paja en el que había de dormir; Ramona yacía a pocos metros con una piedra de grandes dimensiones sobre su cabeza. El dolor invadió su ánimo. ¿Quién podía haber cometido semejante atrocidad contra dos inocentes? ¿Y por qué?

La comarca se estremeció; también la provincia. La población estaba amedrentada, temerosa de que el asesino pudiera hallarse cerca. Los semanarios del momento informaron de lo ocurrido y la justicia no tardó en poner en marcha su pesada maquinaria. El día 7 de julio guardias civiles del puesto de Boceguillas se presentaron en casa de Luis Guijarro y le detuvieron como principal sospechoso. Además prendieron a su padre, Vicente Guijarro, pues tenía deudas contraídas con Tomás Martín (padre de las niñas fallecidas) desde el periodo en que éste fue alcalde de Navares de Ayuso. El alférez de la Guardia Civil y jefe de la línea de Boceguillas, ángel Santos, fundó sus sospechas en la conocida enemistad entre Vicente Guijarro y Tomás Martín a cuenta de unos dineros municipales pendientes. El agente averiguó que Luis estaba disgustado porque, debido a las deudas que recaían sobre su progenitor, no cobraba por el trabajo que desempeñaba desde hacía diecinueve meses en casa del labrador Andrés Pérez. También se sumarió a otro joven pastor, Victoriano Sanz, de 18 años, porque en su camisa aparecieron manchas de sangre que el sospechoso atribuyó a una oveja que se le había muerto en los brazos días antes del asesinato de las niñas.

Los testigos

Pero el horrendo crimen tuvo dos testigos de excepción. En el paraje conocido como el Escobarón, a escasos metros de distancia de la red donde Lorenza y Ramona guardaban el ganado, dormían tres pastores de corta edad. Estando ya presos los Guijarro en la cárcel de Sepúlveda, Jerónimo Alonso y Manuel Calleja, de 14 y 12 años de edad, respectivamente, desvelaron a la Guardia Civil que escucharon a Ramona suplicar a 'un tal' Luis que no matara a su hermana mayor. La narración de los muchachos fue decisiva durante el juicio posterior e incluso se hicieron pruebas de voces en el lugar del suceso, aunque el día 24 de julio Luis Guijarro se vino abajo y se confesó autor del doble homicidio, quizá temeroso de que su padre y su familia pudieran pagar las consecuencias sin tener culpa de nada. Inmediatamente, Vicente Guijarro fue liberado.

En su declaración, el detenido relató que la tarde del 30 de junio la pasó en el cercano pueblo de Navares de Enmedio, entonces en fiestas, donde estuvo jugando a la calva y bebiendo unos cuartillos de vino con unos amigos. Guijarro dijo que habían ido al baile de las mozas y que por último entraron en la taberna de Milhombres a pagar el vino consumido y beber un poco más. Al anochecer, Luis y su amigo Julián Cano abandonaron a pie Navares de Enmedio y regresaron a Navares de Ayuso, camino que recorrieron en apenas veinte minutos. Tras separarse de su compañero, perturbado por el vino y disgustado por el hecho de no percibir el salario -de lo cual culpaba indirectamente a Tomás Martín, quien, por las denuncias que hizo de su padre cuando era alcalde, le obligó a contraer la deuda que con sus servicios estaba pagando-, recordó que las hijas de Martín debían estar a esa hora solas vigilando las ovejas, como era de costumbre. Hacia el Escobarón se encaminó y allí acabó con la vida de las dos hermanas. De ellas se vengó por no poder hacerlo del padre, según se ratificó en una segunda indagatoria. El acusado cambió posteriormente su versión, pues acabó desmintiendo lo confesado en las declaraciones que realizó en la cárcel.

La llamada 'causa de Navares de Ayuso' levantó una gran expectación en Segovia. El proceso tuvo lugar en noviembre de 1888 en la Audiencia Provincial, con el periodismo local volcado. Los semanarios 'El Faro de Castilla' y 'La Tempestad' firmaron crónicas de gran nivel. Luis Guijarro clamó por su inocencia y por la sala pasaron familiares de los protagonistas, amigos y conocidos. El acusado dijo que si se había autoinculpado, fue por miedo a que a su familia pudiera ocurrirle algo, pero, sobre todo, porque se vio presionado por el alcaide del calabozo de Sepúlveda, donde permaneció semanas inmovilizado con grillos y sin apenas alimento que llevarse a la boca.

La defensa del presunto autor recayó en el prestigioso abogado Lope de la Calle; sin embargo, los testimonios, especialmente los aportados por los niños, las pruebas y las contradicciones del propio 'Chupitas' jugaron en su contra. Luis Guijarro fue condenado a morir por garrote vil y en público. Las circunstancias agravantes de premeditación, alevosía y nocturnidad que concurrieron en el caso pesaron como una losa.

La ejecución

«Luis Guijarro ha purgado en el afrentoso patíbulo el enorme delito de dar muerte á dos débiles é indefensas niñas. Hacía muchos años que, por ventura, no pisaba esta provincia el ejecutor de la Justicia; pero Guijarro, impulsado por no sé que repugnantes pensamientos, cometió un delito horrible, de esos que piden la vida del que los comete, y el verdugo ha tenido que cumplir en Sepúlveda su odioso deber» ('La Tempestad', 7 de julio de 1889).

Aunque se pidió con empeño, el indulto de la Reina no llegó y Luis Guijarro fue ejecutado en la Picota, en las afueras de la villa sepulvedana, a primera hora de la mañana del 2 de julio de 1889, después de pasar toda la noche rezando en la capilla de la cárcel. Luis Guijarro atravesó las calles sobre un carro, escoltado por varios guardias civiles a caballo y acompañado por los hermanos de la Caridad, que eran los encargados de dar sepultura al cadáver del condenado. 'El Faro de Castilla' describe muy bien tan fatídico momento: «Agarrado al crucifijo, con la vista baja y rezando el calvario llegó al patíbulo, levantado al efecto en el punto llamado las eras de la Picota, á dos kilómetros de la población, rodeado de un gentío inmenso que aproximadamente se calcula en cinco á seis mil almas, en su mayoría forasteros, demostrando en esto más sentimientos de caridad la población que los de fuera, dejándose ver entre estos últimos los padres de las víctimas que hicieron al público mal efecto por su poca caridad y pobres sentimientos». Y continúa 'La Tempestad': «Ascendió ligero y sin notársele alteración alguna. Una vez sobre el tablado, preguntóle el misionero si tenía que pedir perdón á sus enemigos, contestando el desdichado: 'Yo no tengo que decir nada; mejor lo dirá usted por mí'. La compacta muchedumbre se agolpaba silenciosa, y en el fatal momento en que el verdugo cortó aquella vida se escucharon gritos de terror y asombro. Algunas personas rezaban por el alma de Luis Guijarro; otras se retiraban aterrorizadas, y las más permanecían quietas y tapándose los ojos con las manos».Domingo, 16 de abril: Antonio Linage y la II República
Hoy queda el recuerdo de este doble crimen en aquel paraje donde hay dos cruces, de las pequeñas Lorenza y Ramona.
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