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Está extendida la creencia de que la actividad física es desagradable, principalmente entre las personas que no la practican habitualmente. Sin embargo, la realidad es que el ejercicio produce bienestar cuando se realiza, bienestar que se mantiene después de la actividad. Si durante o después de la misma se siente malestar es porque algo falla: el ejercicio se hace mal (demasiado intenso o técnica errónea), se tiene algún problema de salud que lo contraindica o no se ha escogido el deporte apropiado.
De hecho, la gente que practica ejercicio habitualmente confiesa que cuando se vuelve sedentaria el cuerpo se resiente, e incluso no es raro experimentar un síndrome de abstinencia.
Algunos de los beneficios apreciables son: reducción de la fatiga ante esfuerzos ligeros (como subir escaleras, correr, nadar...), mejor apetito, sueño más reparador, desaparición de algunas molestias que pueden deberse a falta de actividad o tono muscular como dolores articulares y contracturas, mejora de las defensas (inmunidad), disminución del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, reducción del estrés intelectual (por el componente lúdico y la relajación mental), aumento de la autoestima (por la superación progresiva de objetivos, agilidad y adquisición de habilidades y destrezas nuevas), etc. La mejora inicial de la condición física es considerable; ya en el primer mes y medio, realizando una actividad de 30 minutos, 3 veces por semana, se nota un gran progreso. Estudios y análisis médicos detectarán cambios fisiológicos como: disminución de la tensión arterial, de la frecuencia del pulso, de la tasa de colesterol "malo" (LDL) y triglicéridos, y de la glucemia; y aumento de la capacidad respiratoria, del número de glóbulos rojos y blancos...
Es muy importante crear el hábito del ejercicio en niños y jóvenes a través del disfrute de juegos, deportes y ejercicios en grupos de amigos o en familia, lo cual garantiza la continuidad en la vida adulta de esta saludable actividad.
De hecho, la gente que practica ejercicio habitualmente confiesa que cuando se vuelve sedentaria el cuerpo se resiente, e incluso no es raro experimentar un síndrome de abstinencia.
Algunos de los beneficios apreciables son: reducción de la fatiga ante esfuerzos ligeros (como subir escaleras, correr, nadar...), mejor apetito, sueño más reparador, desaparición de algunas molestias que pueden deberse a falta de actividad o tono muscular como dolores articulares y contracturas, mejora de las defensas (inmunidad), disminución del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, reducción del estrés intelectual (por el componente lúdico y la relajación mental), aumento de la autoestima (por la superación progresiva de objetivos, agilidad y adquisición de habilidades y destrezas nuevas), etc. La mejora inicial de la condición física es considerable; ya en el primer mes y medio, realizando una actividad de 30 minutos, 3 veces por semana, se nota un gran progreso. Estudios y análisis médicos detectarán cambios fisiológicos como: disminución de la tensión arterial, de la frecuencia del pulso, de la tasa de colesterol "malo" (LDL) y triglicéridos, y de la glucemia; y aumento de la capacidad respiratoria, del número de glóbulos rojos y blancos...
Es muy importante crear el hábito del ejercicio en niños y jóvenes a través del disfrute de juegos, deportes y ejercicios en grupos de amigos o en familia, lo cual garantiza la continuidad en la vida adulta de esta saludable actividad.