Allí, en aquellas
montañas del Guadarrama, repleto el corazón del canto soleado de los
pinos, renací a la vida. Se me fue la poco fiebre que me entraba al caer de la tarde, aumenté de peso - algo más del debido para un
joven poeta - y comencé de nuevo a pasear mdia hora cada mañana y otra media antes de la puestra del sol.....
Dejaba con tristeza
San Rafael, solemne y melancólico, ya sin vera ea tes, despoblados los chopos, rodando en remolinos lpor la
carretera sus hojas amarillas. Sentía más mios
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