MOLINO "LA UNIÓN"
Nuestro viejo Molino de viento “La Unión” arrastra en sus vetustas aspas más de un cuarto de milenio de vientos.
No tenemos documentación fehaciente que precise su
antigüedad real, pero en el libro de Domingo de Aguirre, Histórica descripción de El Gran Priorato de
San Juan de Jerusalem en
Castilla y León, editado en 1769, ya aparece su imagen en la lámina que encabeza la descripción del
pueblo de
Camuñas. Podemos asegurar pues, que nuestro “
gigante” supera los doscientos cincuenta años.
En su
fachada muestra dos fechas, una actual de 2013, que indica cuándo se realizó la última restauración, dándose la curiosa circunstancia de que se encontró entre sus
piedras una moneda del año 1604. En esta última restauración se habilitó para que pudiera moler, ya sea simbólicamente, una vez al mes. La otra fecha, 1865, suponemos que hace referencia a alguna otra rehabilitación, pues hay constancia de ese tipo de trabajos, aproximadamente por eso años, en otros
molinos de la comarca.
El Molino de viento “La Unión”, originalmente era conocido como “El viejo”, pero tras el incendio que sufrió a finales del siglo XIX, le fue cambiado el nombre por el de La Unión, debido a las numerosas aportaciones económicas de los vecinos de Camuñas que facilitaron su reconstrucción.
La maquinaria fue adquirida en
Campo de Criptana, de un molino viejo que estaba en desuso llamado “El Sardinero”. Durante la reconstrucción sufrió algunos cambios, dando más amplitud interiormente al
edificio, y aunque se mantuvo el mismo diámetro del anterior, la cubierta de carrizo se sustituyó por una de cinc.
Arquitectónicamente sigue la tipología de molino de
torre, establecida al parecer en Holanda entre los siglos XV y XVI. Presenta dos partes claramente diferenciadas, un cuerpo cilíndrico o torre, formada por gruesos muros de mampostería encalada, con pequeñas
ventanas en su parte superior, y una cubierta cónica giratoria de cinc, que integra el conjunto motriz y se caracteriza al exterior por el largo “palo de gobierno” y sus cuatro aspas rectangulares. Al interior se accede a través de una pequeña
puerta, cobijada bajo un hueco mayor de ladrillo, en forma de
arco de medio punto rebajado.
En la planta baja existe un espacio central, con una pequeña habitación a modo de almacén, y una
escalera por la que se accede a la zona de maquinaria instalada en la planta superior. Las ventanillas de esta planta servían al molinero para averiguar la dirección del viento, y determinar así la orientación de las aspas. Éstas se sitúan en la cabeza del eje y se acoplan en
cruz, un brazo delante del otro, conformando cuatro aspas formadas por un palo central, o “vela”, cuatro varas laterales, y paralelas a la anterior, y 16 travesaños o “telares”, formando una retícula en torno a la vela. Cada vela va unida a otra contrapuesta por un palo más grueso, llamado “macho”, y sobre otro más corto, llamado “remacho”.
En la vertical, de la cubierta, atravesada por el eje, se sitúa la “rueda catalina”, que está hecha de madera de encina y se halla provista de dientes. Se trata de la pieza más llamativa de todo el mecanismo; la que, con la acción del viento, pone en marcha toda la maquinaria.