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EL ROMERAL: Y aquí resguardados del fiero ataque con que el sol...

Y aquí resguardados del fiero ataque con que el sol quiere derrotarnos, aquí escondidos en la fresca sombra, que nos ofrece tu costado. Aquí con la vista perdida en los dorados trigales, país del potosí para nuestras endebles faldiqueras. Ofreciendo un picaro guiño a las verdes velas que bailan suaves, con las suaves brisas con las que mece, el sarmiento, sagrado sarmiento, por donde fluye el delicioso nectar con que alimenta a la dorada perla que en racimos gesta, cobijada en la sombra que la pampana proyecta. Absorto, como ausente, como no queriendo escuchar tu respuesta, carraspee timidamente en mi garganta y pregunté con temblorosa voz, con muda voz tal vez, tal vez, solo yo conseguí escucharme, tal vez nunca hablé, pues tan solo creí terminar, tan pronto mi boca cerré, escucché, afinada la voz, la pregunta que siempre temí, ¿que?. Yo juro que las aspas del molino giraron, ví al molinero, moler. Ví ascender el polvo del camino, mulos cargados de mies, ví caerse el cielo, ví el suelo ascender, ví huir, llorando mi alma, ví mi derrotado cuerpo, gemir. Más despues de varios tiempos infinitos, de varias momentaneas eternidades, despues de varios no se ques, vino quieto, muy calmado, un aire fresco, huracanado, que mezclado con tu aliento, con el premio de haber rozado tus labios, vinierón tus palabras, las que yo siempre habia soñado, "era broma, yo tambien te amo". El cielo abrió en dulce aurora, el trigo abrazó a las amapolas, el molino se convirtio en gigante cervantino y todo ello ayudó a mantenerme en pie cuando tus labios, rojos rubí, estrellas fugaces, se posarón en mí. Goyo.