La nueva educación (EpC).
Esta asignatura es sólo uno de los momentos en los que nos estamos jugando el cómo de nuestra sociedad. ¿Renunciamos a nuestros derechos para que sea el titular el Estado? ¿Queremos quedar reducidos a la animalidad y a la masificación? ¿O bien entendemos que los titulares de los derechos son las personas y el Estado es un servidor para que el ejercicio de los mismos por sus titulares sea posible?
En la comatosa Constitución de 1978, los españoles no renunciaron a sus derechos. Por tanto, el Estado no es el titular del derecho a la educación; lo que tendrá que hacer es garantizar que los titulares de ese derecho puedan ejercerlo. En vez de educación, el Estado se debería limitar a dar instrucción o a enseñar los contenidos de la Constitución. Los ciudadanos debemos conocer la ley y estamos obligados a respetarla en los límites de nuestra conciencia, pero nadie está obligado a compartir los valores que sustente una ley por el simple hecho de ser ley. El Estado no puede entrar en el fuero interno, se tiene que conformar con el acatamiento externo.
Pero lo de la ciudadanía tampoco es satisfactorio. Ni como conjunto de ciudadanos, porque la educación va dirigida a las personas concretas, ni como calidad del ciudadano, porque la educación es para ser personas y de esto que decidan los padres. Por la senda de Hobbes al final no tendremos educación sino animalización –nótese la moral al uso– y masificación; pero tampoco habrá ciudadanía, habrá hormiguería y hormiguero. Tal vez por eso algunos están interesados en hacer creer que los obispos luchan por sus privilegios. Pero que las personas sean titulares de sus derechos no es privilegio ni de los obispos ni de nadie.
Esta asignatura es sólo uno de los momentos en los que nos estamos jugando el cómo de nuestra sociedad. ¿Renunciamos a nuestros derechos para que sea el titular el Estado? ¿Queremos quedar reducidos a la animalidad y a la masificación? ¿O bien entendemos que los titulares de los derechos son las personas y el Estado es un servidor para que el ejercicio de los mismos por sus titulares sea posible?
En la comatosa Constitución de 1978, los españoles no renunciaron a sus derechos. Por tanto, el Estado no es el titular del derecho a la educación; lo que tendrá que hacer es garantizar que los titulares de ese derecho puedan ejercerlo. En vez de educación, el Estado se debería limitar a dar instrucción o a enseñar los contenidos de la Constitución. Los ciudadanos debemos conocer la ley y estamos obligados a respetarla en los límites de nuestra conciencia, pero nadie está obligado a compartir los valores que sustente una ley por el simple hecho de ser ley. El Estado no puede entrar en el fuero interno, se tiene que conformar con el acatamiento externo.
Pero lo de la ciudadanía tampoco es satisfactorio. Ni como conjunto de ciudadanos, porque la educación va dirigida a las personas concretas, ni como calidad del ciudadano, porque la educación es para ser personas y de esto que decidan los padres. Por la senda de Hobbes al final no tendremos educación sino animalización –nótese la moral al uso– y masificación; pero tampoco habrá ciudadanía, habrá hormiguería y hormiguero. Tal vez por eso algunos están interesados en hacer creer que los obispos luchan por sus privilegios. Pero que las personas sean titulares de sus derechos no es privilegio ni de los obispos ni de nadie.