De todos es sabido que inexorablemente tenemos a nuestro alrededor fariseos, abantos y necios.
Cuando no se inmiscuyen en tus que haceres diarios todo va bien, hasta que más por desgracia que por suerte
llega el día en que por pardillo te toca jugar con ellos.
Hoy, me ha tocado a mi, por ser el nuevo, por no gustarle mi forma de entender la vida, por tener coleta, por llevar barba, por
tener un perro blanco y negro, la verdad es que no se el motivo de ser el elegido y tampoco me interesa.
Hay por aquí aguien que intenta parecer un señor pero se ampara en el anonimato, dice que me vió, que fui yo y sin embargo
no hizo nada para evitarlo ¡que gran ciudadano! ¡que gran amigo!.
Cuenta, relata y convence que me encontré algo por la calle, que no era mío, que me lo llevé y que no lo quiero devolver.
Está usted muy equivocado, ni paseé, ni vi, ni mucho menos cogí, nada que no sea mío pero estimo y no creo fallar,
que tiene algo que ver con su honorabilidad a punto de perderse.
A mi, en caso de haber visto el objeto en cuestión sólo se me hubiera ocurrido depositarlo en el Ayuntamiento
(me sobran, tengo tres de mi propiedad que desgraciadamente en esta tierra no uso y que sin embargo fueron
indispensables allí de donde vengo), pero a usted, fariseo, clepto-coleccionista y neuropléjico le atacaron
en ese momento hambres de ansia y envidia.
Si sigue amenazándome con dedo acusador, le reto a ponerlo en conocimiento de las autoridades pertinentes o
seré yo entonces el que lo haga por falso testimonio hacia mi persona.
Que tenga usted si puede un feliz día, aprendiz de tunante.
Cuando no se inmiscuyen en tus que haceres diarios todo va bien, hasta que más por desgracia que por suerte
llega el día en que por pardillo te toca jugar con ellos.
Hoy, me ha tocado a mi, por ser el nuevo, por no gustarle mi forma de entender la vida, por tener coleta, por llevar barba, por
tener un perro blanco y negro, la verdad es que no se el motivo de ser el elegido y tampoco me interesa.
Hay por aquí aguien que intenta parecer un señor pero se ampara en el anonimato, dice que me vió, que fui yo y sin embargo
no hizo nada para evitarlo ¡que gran ciudadano! ¡que gran amigo!.
Cuenta, relata y convence que me encontré algo por la calle, que no era mío, que me lo llevé y que no lo quiero devolver.
Está usted muy equivocado, ni paseé, ni vi, ni mucho menos cogí, nada que no sea mío pero estimo y no creo fallar,
que tiene algo que ver con su honorabilidad a punto de perderse.
A mi, en caso de haber visto el objeto en cuestión sólo se me hubiera ocurrido depositarlo en el Ayuntamiento
(me sobran, tengo tres de mi propiedad que desgraciadamente en esta tierra no uso y que sin embargo fueron
indispensables allí de donde vengo), pero a usted, fariseo, clepto-coleccionista y neuropléjico le atacaron
en ese momento hambres de ansia y envidia.
Si sigue amenazándome con dedo acusador, le reto a ponerlo en conocimiento de las autoridades pertinentes o
seré yo entonces el que lo haga por falso testimonio hacia mi persona.
Que tenga usted si puede un feliz día, aprendiz de tunante.