Bueno, las "gracietas" se hacen en todas las generaciones, y las nuestras, aunque no tan simpáticas como robar gallinas, también han estado a punto de costarnos la excomunión (o por lo menos, la pérdida de los servicios mínimos de limpieza en un
pueblo). Pero, como ya hemos comentado en una ocasión anterior, otra cosa es la deliberada delincuencia, como la ejercida en el
cementerio sin reparo (ni escrúpulo religioso).