Que no, que no, que te equivocas, que nadie es perfecto... Pero, aún y con todo, no voy a entrar en tu
juego. Pero te pido que dejes a mi
familia en paz, que para mi desgracia les tengo lejos y les echo de menos a diario. Y no quiero que vean que estas páginas se aprovechan para descalificar al vecino anónimamente, que les he contado maravillas de
Ocaña, y quiero que sigan creyendo eso: que las personas como tú, a.de.g., son una simple y molesta minoría.
Saludos.