OCAÑA: "El sistema capitalista global sucumbirá de éxito"....

"El sistema capitalista global sucumbirá de éxito".

La gran riqueza de la humanidad debería ser el conocimiento y no el dinero.

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No se trata de una profecía bíblica ni de una teoría conspirativa. Se trata de un emergente matemático, estadístico y verificable por medio de cualquier investigación científica. El sistema capitalista está en crisis. Y la crisis (completamente mensurable y analizable) no es un fenómeno aislado. Es un fenómeno interactivo y totalizado: Económico, político, social y medio ambiental. No se trata de procesos aislados, sino de un colapso sistémico. Y de un resultante: La destrucción del planeta y un posible suicidio colectivo de la especie humana nivelada como “civilización única”.

¿Qué tienen que ver entre sí las catástrofes seriales (la crisis ambiental) con la crisis económica, la crisis social y la crisis nuclear?

En primer lugar, todas ellas se interrelacionan a partir de su pertenencia y vertebración dentro de un sistema: El capitalismo.

En resumen, las crisis (algunas reales y otras potenciales) son la expresión, en distintos escenarios y niveles, de una sola gran crisis: La del sistema capitalista que rige el mundo desde hace 500 años concebido como “civilización única”.

El clima estalla encadenadamente en diversos frentes, la economía mundial colapsa y se derrumba el modelo económico financiero a escala planetaria, los desocupados, marginados, pobres y hambrientos ya ascienden a más de la mitad de la población humana, y los conflictos militares y geopolíticos intercapitalistas por los mercados y recursos estratégicos están generando y elevando un clima de tensión militar mundial alimentado por una carrera armamentista nuclear.

Y ya estamos en la profecía del “peor escenario”: La crisis del sistema capitalista es global. Toda la arquitectura financiero-económica del sistema se desploma y las predicciones de una nueva recesión económica parten de los propios analistas y organismos oficiales del sistema.

Socialmente en decadencia, políticamente vaciado de pensamiento estratégico, económicamente agotado y en crisis, con las potencias en guerra por los mercados, el sistema capitalista (léase el “mundo único”) continúa pateando sus conflictos para adelante todavía en control de los procesos mundiales y sin un enemigo estratégico que le ponga piedras en el camino.

Economías con sus variables en rojo, Estados centrales en crisis fiscal y con déficit siderales, ajustes salvajes con deterioro salariales que afectan a los sectores más desposeídos, hambruna mundial sin solución y baja del consumo y desempleo crónico tanto en países centrales como periféricos, son las señales más claras y evidentes de la “globalización” del desastre. Y asoma la crisis social como emergente del proceso.

Y la crisis se hace global por una razón principal: La economía mundial (así como los conflictos intercapitalistas) está globalizada y es “interdependiente”, no solamente porque está “dolarizada” (la moneda patrón del Imperio en crisis), sino porque los comercios exteriores y los sistemas económicos productivos están controlados por los mismos bancos y empresas trasnacionales que se encuentran en crisis tanto en EEUU como en Europa (el comando central del Imperio global).

Los frentes del desenlace:
Y en este escenario encadenado de crisis global (latente y controlada) los tres frentes de desenlace que signan los emergentes y la decadencia (todavía contenida) del sistema dominante también llegan por acumulación matemática.

El desenlace social llega por acumulación matemática de hambrientos, desocupados y pobres a escala mundial.

El desenlace climático llega por acumulación matemática de destrucción medio ambiental a escala planetaria.

El desenlace militar nuclear llega por acumulación matemática de conflictos militares (intercapitalistas) por la supervivencia de las potencias dentro del sistema.

En este escenario, el Apocalipsis global no debe interpretarse como una profecía o una teoría conspirativa, sino como un desenlace lógico de un proceso de contradicción, acumulación, y salto cualitativo determinado por las propias leyes que rige el accionar histórico del sistema capitalista.

En su dinámica histórica concentradora de riqueza en pocas manos (y como producto de la propiedad privada explotada sin planificación) el capitalismo ha depredado los ríos, la fauna y los bosques, produciendo las condiciones para un “Apocalipsis natural” de la mano del calentamiento global y de la extinción de los recursos naturales esenciales.

En un segundo frente, las guerras intercapitalistas por la conquista de mercados y el negocio con el armamentismo han creado las condiciones para un “Apocalipsis nuclear” de la mano de los arsenales atómicos que las potencias centrales acumulan como “efecto disuasivo” contra sus rivales, y cuya utilización efectiva nadie puede prever en el futuro.
Y hay un tercer frente que se suma: La plaga del hambre, de la exclusión social y del desempleo que ya se extiende como una epidemia por las áreas empobrecidas del planeta generando las condiciones para un “Apocalipsis social”.

No hace falta mucha imaginación (el fenómeno ya se verifica en la realidad) para mensurar el factor apocalíptico masivo que representaría para el sistema el avance de ejércitos de hambrientos buscando comida para sobrevivir en las grandes urbes, enfrentandose con la violencia a la represión militar o policial.

¿Qué puede detener a un hambriento? Se trata del instinto de conservación, el primer sistema de señales que guía la conducta de un ser humano o de un animal en situaciones extremas de lucha por la supervivencia.

¿Acaso se utilizarían tanques, aviones y arsenales nucleares para detener a los miles de millones de pobres atacados de “hambre celular” que se abalanzarían masivamente sobre las ciudades para conseguir alimentos por los medios que fuesen?

¿Con qué discurso los políticos del sistema podrían contener a los atacados de incontinencia alimentaria y reencauzarlos por la senda de la civilización” y de la “gobernabilidad democrática” capitalista?

¿Cuánta propiedad privada concentraría un “empresario” capitalista antes de que las multitudes de hambrientos saqueen su casa y destruyan todo lo que encuentran a su paso, incluso su vida y la de su familia?

¿Cuántas balas o misiles alcanzarían a disparar las tropas militares antes de ser destrozadas por las multitudes enfurecidas por el hambre y la reacción instintiva de la búsqueda de supervivencia a cualquier costo?.

En las zonas de catástrofes seriales, como Haití y Chile, ya se registraron modelos (todavía larvales y controlados) de saqueos y explosiones sociales. Con la profundización del colapso sistémico, la rebelión social (irracional, inorgánica, por pura supervivencia) se irá contagiando como una pandemia mundial para la cual el sistema (individualista) de la propiedad privada no tiene respuestas.

Ni las tendrá. Por la sencilla razón de que el sistema no está configurado para contener a toda la sociedad humana sino solo a una parte de ella: Los que pueden pagar por su supervivencia y bienestar.

En este escenario, cualquiera de los fenómenos emergentes de la crisis del sistema capitalista (las catástrofes naturales, la crisis económica y los conflictos intercapitalistas por la supervivencia) impacta inmediatamente en el segmento de los excluidos del sistema: Los tres mil millones de pobres e indigentes que no cuentan con los recursos básicos de supervivencia.